Alegría. Es la palabra favorita de María Dueñas (Puertollano, 1964). Y, también, un sentimiento, el que desprende estos días su mirada, todo su rostro. Pese al ritmo frenético que la promoción añade a las apasionadas vidas de los escritores, su expresión es de júbilo, contenido y aun así evidente. Esa elección lingüística es una aspiración vital tan bonita, y sonora, como el término que la contiene. Se nota que la filología corre por las venas profesionales de esta autora «pausada que no para nunca».
Los tres últimos años los ha dedicado a escribir, sin renunciar a vivir, ‘Por si un día volvemos’ (Planeta), una novela que, como las cinco anteriores, ha sido «un aprendizaje». La chispa que prendió la narración fue una vez más un escenario, la Argelia francesa de principios del siglo XX, con la emigración española como protagonista. Antes de comenzar a charlar, le explico que no hablaremos de ella, sino del fértil terreno que ambas pisamos, el literario. «Me parece perfecto, vamos allá».
Llevo varias semanas recurriendo a la expresión «necesidad vital» para explicar los motivos que a mí me llevan a escribir. Viniendo hacia aquí, me preguntaba por los suyos… Usted, ¿por qué escribe?
Uy, qué difícil, arrancamos complicadamente. Ahora ya la escritura es mi profesión, entonces es por un sentido de la responsabilidad profesional, pero va mucho más allá de eso. Para mí escribir es una manera de crearme y después compartir con los lectores nuevos mundos que a menudo tienen mucho que ver con realidades de otro tiempo y a los que yo doto de vida propia. Esa capacidad de crear un nuevo mundo para mí es casi lo principal, ponerle palabras a eso es una parte del proyecto. No concibo la escritura sólo en el hecho físico de generar un texto, me interesa crear otras realidades.
Con más de la mitad de su vida transcurrida, siendo profesora universitaria, decidió dedicarse a la literatura. ¿Cómo fue cambiar la escritura académica por la ficción?
La escritura académica es una escuela fantástica para escribir ficción porque te da un manejo de la lengua muy preciso, te exige un manejo muy riguroso del lenguaje, una gran concisión, nada puede ser vago, y a la hora de escribir ficción tienes una base buenísima.
¿Y le daba vértigo el paso?
No, porque escribí desde la más absoluta inconsciencia en el sentido de que no tenía la menor idea si la novela [‘El tiempo entre costuras’] se iba a publicar y tampoco estaba el día entero pensando ¿quién va a publicar esta novela? Entonces, no tenía ningún vértigo, no estaba arriesgando nada en absoluto, yo tenía mi vida organizada, no tenía nada que perder, excepto tiempo.
Y nunca es tiempo perdido.
Exactamente, y ni siquiera eso porque fue tan agradable el proceso, tan ilusionante en todo momento, que si la novela se hubiese quedado en un documento de Word o en un bloque de fotocopias en un cajón no habría dado ese tiempo por perdido.
Es filóloga, y buena lectora, me consta. ¿Qué papel ha desempeñado el lenguaje en su vida, ha tenido facilidad de palabra, que se dice?
Sí, yo creo que por eso soy filóloga. Siempre me he llevado muy bien con el lenguaje, siempre he intentado y no me ha costado hablar bien, además, no me importa nada hablar en público. Siempre he tenido una vinculación con la lengua escrita, he manejado el lenguaje toda mi vida, desde que tengo uso de razón. Para mí es parte sustancial. Supongo que es uno de los talentos que te da la vida, hay gente que nace con un gran oído musical y otros nacemos con cierta sensibilidad para el lenguaje.
Una cualidad extraordinaria.
Sí, bueno, claro, después depende de para dónde la quieras enfocar…
Pero incluso para la propia vida.
Sí, absolutamente. A mí me pone muy nerviosa la gente que te manda un email y lo escribe mal, me dan ganas de corregirlo. En mi familia, por ejemplo, somos muchos y hay una rama, de herencia materna, que son disléxicos y yo sé lo que les cuesta, que es tremendo, y entonces soy más consciente todavía de la suerte que tengo con tener esa sensibilidad natural desarrollada.
Cumplí 60 el año pasado y me encantaría poderme quedar aquí, no daría ni un solo paso atrás, pero no cumpliría ni uno más
¿Vuelve a sus novelas una vez acabadas, mira dentro de ellas?
No.
¿Ni siquiera para escribir ‘Sira’?
No, para escribir ‘Sira’ no volví a ‘El tiempo entre costuras’, no leí la novela ni vi la serie. Cuando me llegan a casa después de salir de la imprenta no los abro hasta pasados los días.
Pero, ¿por qué?
Porque sé que voy a hojearlo y voy a querer cambiar 17.000 cosas y como ya no puede ser y no quiero disgustarme, cierro y ya está. No he vuelto a releer ninguna de mis novelas. No, porque yo las tengo dentro de mí, y si vuelvo a ellas voy a entrar con una mirada distinta, mucho más crítica, y prefiero dejarlas.
¿Qué tal lleva el paso del tiempo?
En general, bien. Yo he cumplido 60 años el año pasado y me encantaría poderme quedar aquí, no daría ni un solo paso atrás, no me iría a los 40, a los 50, me quedaría aquí, en los 60 redondos, pero no cumpliría ni uno más, si fuera posible. Creo que es la primera vez que tengo ese pensamiento en mi vida, me quedaría aquí ya, para siempre.
María Dueñas, en su casa de Madrid. / Javier Ocaña
Fue Lola Gulias quien hizo que el manuscrito de ‘El tiempo entre costuras’ llegara a Planeta, ¿no?
Sí.
Eso me lleva a preguntarle por la figura del editor, que yo reivindico, pues la considero muy importante en la trayectoria de una escritora.
Lola era entonces la mano derecha de la agente Antonia Kerrigan y ahora es una de mis editoras, junto con Raquel Gisbert y Belén López Celada Hemos hecho todas las novelas juntas, las seis, y son ya mis amigas, va más allá de un vínculo profesional. Pero no creas que tenemos una relación de dependencia literaria, en absoluto.
¿En qué sentido?
Hay editores que tienen una relación más constante en el proceso de creación de cada libro, no es que intervengan ni se pongan a escribir, que eso es un como un falso mito…
Salvo que seas Maxwell Perkins.
Sí, exactamente. En mi caso no, jamás, no me dicen ni pon una coma ni quita una coma. Yo entrego para que lean porciones muy grandes de texto, cuando ya está muy avanzada la novela. Muchas veces, entrevistadores me preguntan: ¿Pero te obligan tus editores, te dicen sobre qué tienes que escribir, cuándo tienes que entregar?
Mis editoras no me dicen ni pon una coma ni quita una coma, jamás. Algunas de las decisiones que he tomado les han podido gustar más, otras menos
Qué verbo tan horrible, obligar, relacionado con lo literario.
Sí. Mi vínculo es absolutamente distinto, es de confianza.
¿Y libertad?
Libertad absoluta. Algunas de las decisiones que he tomado les han podido gustar más, otras les han podido gustar menos.
Como es lógico.
Claro, pero siempre hay un refuerzo en positivo, una confianza absoluta y es mutua.
Usted es una autora que se toma su tiempo para escribir las novelas.
Sí, me tomo mi tiempo para escribir las novelas y para vivir entre novelas, también, ¿no?
Que es importante.
Que es importante. Yo publico normalmente cada tres años, esta vez han sido cuatro por varias razones y por ninguna.
Porque sí, ¿no?
Sí, porque sí. A mí me lleva escribir como un año y algo. Empiezo tarde después de haber terminado. Tampoco soy de esas autoras que terminan una novela y ya están con otra en mente y quieren acabar la promoción para meterse en la siguiente. Yo me tomo el tiempo que necesito para la promoción, porque creo que es mi responsabilidad y, además, me agrada acompañar a la novela para que la conozcan los lectores, libreros, prensa, crítica. Luego, yo pienso mucho las novelas antes de escribirlas, cuando abro el documento Capítulo uno ya tengo la novela entera en la cabeza.Y, bueno, estoy metida en algunos otros proyectos y viviendo. No tengo ninguna necesidad de publicar una novela al año, qué sé yo la próxima cuándo vendrá. Tres años ha sido el plazo necesario para estar cómoda y trabajar a gusto y no presionarme. Pero sí, soy una escritora pausada.
Creo que hay una canción de Sabina que le gusta mucho que dice algo así como «siempre que me confieso me doy la absolución».
Sí [ríe], es un verso de una de tantas de Sabina.
¿Le pasa también a usted eso? En lo personal y en lo literario.
Sí, porque tengo tendencia a ser muy crítica y muy autocrítica y muy analítica. Y, entonces, llega un momento en el que dices: no me puedo estar autocriticando y pensando esto lo tendría que haber hecho distinto, manejado de otra forma. Es una forma de estar en el mundo siendo consciente de cómo son las cosas, no es que no me importe cómo hago las cosas, claro que me interesa hacerlo bien, pero cuando hay algún error o una decisión equivocada me confieso y me absuelvo.
Hay que ser benevolente también con una misma.
Sí, es una cosa que yo he aprendido a gestionar con el tiempo.
¿Y le ha ayudado la escritura?
No, yo creo que no, es la madurez de la vida, el ir cumpliendo años, que te va poniendo estas cosas, te las va iluminando de otra forma.
La crítica no me lee… Esa ambición inclusiva a veces la crítica la ve como razón suficiente para quedar descartada de su objeto, el prejuicio, por decirlo en un único término
Ahora que dice esto, ¿cómo determinó su trayectoria, su suerte literaria, el hecho de que entrara en el mundo literario cuando ya tenía un bagaje, con 40 y pocos años?
Fue un factor positivo. Me permitió escribir una primera novela más madura de lo que habría sido capaz años antes. La madurez te da una mirada diferente en las cosas que haces y por supuesto en la escritura.
¿Y qué me dice de sus lectores?
Mi lector es transversal. A mí me leen, en principio, más mujeres que hombres y más maduros que jóvenes, y ahí hay un abanico gigante. Pero luego es muy transversal, me lee la cirujana y la notaria y la empresaria y me lee la señora, madre de familia, que va a un club de lectura de su pueblo. Y a mí me reconforta eso, me gusta. Yo podría haber elegido un registro un poco más reducido, más exclusivo, hacia un lado o hacia otro.
¿Se refiere al estilo?
Sí, al estilo y al contenido y al tratamiento de todo. Y me agrada saber que el espectro es amplísimo y que puede interesar a personas que tengan una vida intelectual y unas exigencias de vida muy variopintas.
¿Y esa decisión fue consciente?
Yo ahora creo que no, no me paré a pensar a quién me voy a dirigir, pero ahora yo creo que sí, y un poco me viene también de mi vertiente académica, ese afán porque todo el mundo entienda todo, esa cuestión un poco pedagógica quizá haya estado ahí de manera inconsciente.
Y eso, sin embargo, hace que la crítica sea menos comprensiva.
Sí, bueno, pues la crítica es que como no me lee [ríe]… A ver, según qué crítica, pero te hablo de la que descarta por principio ese interés, esa ambición inclusiva a veces la crítica la ve como razón suficiente para quedar descartada de su objeto, el prejuicio, por decirlo en un único término.
Para acabar, recomiéndeme un libro para regalar en Sant Jordi.
Te voy a recomendar una pequeña novela de Camus que yo no había leído, que es la póstuma, ‘El primer hombre’. Es, en parte, lo que yo cuento en ‘Por si un día volvemos’, cómo un niño, en la Argelia francesa, descendiente de esa emigración por vía materna, vive ese mundo. Es un pequeño grandioso canto a la vida que me parece maravilloso.
Por si un día volvemos
María Dueñas
Planeta
544 páginas
23,90 euros