China exige a Estados Unidos que recupere su oposición a la independencia taiwanesa

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Una inocua actualización rutinaria o un maligno volantazo de la estrategia política. Estados Unidos y China han chocado por Taiwán con el nuevo redactado de la página oficial del Departamento de Estado en el que, entre otros asuntos, falta la vieja oposición a la independencia de la isla. Tres semanas ha tardado Trump en pisarle el callo que más le duele a Pekín. Es, mirándolo con generosidad, un avance respecto a las escasas horas que necesitó en su primer término en la Casa Blanca: respondió a la llamada de felicitación de la entonces presidenta, Tsai Ing-wen, y le tuvieron que explicar que los líderes estadounidenses y taiwaneses no hablan ni del tiempo. Pekín creyó en su ignorancia entonces, ahora será más difícil.

Los cambios fueron descubiertos el viernes pasado por un medio taiwanés y la polémica se extendió a ambas orillas del estrecho de Formosa. A China la irritan tanto las supresiones, como la ya referida de la independencia, como los añadidos: la cooperación con proyectos tecnológicos con el Pentágono y, peor aún, el apoyo al ingreso de Taiwán en las organizaciones internacionales que lo permitan. Alude a aquellas que no exigen estados independientes, algo incluso razonable, pero que dinamita la estrategia china de ahogar cualquier voz taiwanesa en el mundo. No es asunto nuevo. Fue fragoroso el debate durante la pandemia sobre si Taiwán debía ingresar en la Organización Mundial de la Salud.

 La Casa Blanca ha insistido en las últimas horas en que su política fundamental sobre Taiwán sigue invariable, que defiende el principio de una sola China y apoya la paz y la estabilidad en el estrecho. «Es sólo una actualización rutinaria para informar al público de nuestra relación no oficial con Taiwán», ha desdramatizado el Departamento de Estado.

Merma de confianza

No es nuevo , tampoco, que Estados Unidos esconda la mano tras tirar la piedra. Su anterior presidente, Joe Biden, repitió cinco veces que defendería a Taiwán si era atacada, lo que suponía la ruptura del viejo principio de la ambigüedad estratégica, sólo para que su departamento de prensa le corrigiera otras cinco veces y aclarase que la postura no había variado. Tanto cinismo en un asunto fundamental le desespera a China y dificulta la confianza bilateral.

 El Ministerio de Exteriores chino ha exigido que vuelva el viejo texto. El actual, ha juzgado su portavoz, envía «un mensaje gravemente equivocado a las fuerzas separatistas». «Es otro ejemplo de la tozuda adherencia estadounidense a la errónea política de usar Taiwán para reprimir a China», ha añadido.

Taiwán es un país de hecho, que no de derecho. Se maneja con independencia pero no puede declararla formalmente por la amenaza militar china. Arrastra ese estado de interinidad desde que la ONU la expulsara en 1971 y diera a Pekín la representación china. Y en esa pugna cotidiana importa tanto la realidad como su percepción. Los discursos de Washington son escrutados con atención entomóloga por Pekín y Taipei, alumbrando matices que se escapan al profano.

«Un peón»

La página oficial del Departamento de Estado no es irrelevante por más que insista la Casa Blanca y las reacciones lo prueban. Desde Taipei se ha saludado con alborozo ese «apoyo a las relaciones» bilaterales, ha declarado su ministro de Exteriores, Lin Chia-lung. La prensa china abría el lunes por la mañana con la noticia y recomendaciones al Partido Democrático Progresista de que contenga su entusiasmo.

Asegura Li Zhenguang, subdirector del Instituto de Estudios Taiwaneses de la Universidad de Pekín, que no es la primera vez que Washington presiona a China con Taiwán y que ya están preparados para hacerle cambiar de idea. Es ampliamente sabido que Taiwán es sólo «un peón en las manos estadounidenses, un trozo de carne en la tabla a punto de ser cortada», añade en el diario ‘Global Times’, reducto de los más rancios nacionalistas.

 Desde Japón llega otra modificación que también enojará a China. A partir de ahora incluirá a Taiwán como un posible origen en sus libros de familia rompiendo la regla de permitir sólo a países-nación. Lo ha defendido Tokyo como un simple ajuste técnico y recordado que también atiende a Palestina pero estos sopapos le llegan siempre a China de los mismos países. Confirman el atinado giro de la diplomacia taiwanesa años atrás: la prioridad no son ya esa docena de países de peso mosca que la reconocen, ignotas islas en el Pacífico en su mayoría, sino los poderosos países que no la reconocen pero que le permiten una visibilidad mucho mayor. 

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