Cuando la vida se fragmenta, el movimiento recompone

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Para muchos, lo cotidiano se fractura sin previo aviso. Actividades que antes parecían simples (levantarse con energía, caminar sin cansancio, organizar una tarde cualquiera) pasan a requerir un esfuerzo extra. Esa fragmentación no es solo física; también impacta en la identidad, en la confianza y en la manera de situarse en el mundo.

Quien acompaña de cerca estos procesos sabe que cada persona enfrenta ese “rompecabezas” de forma distinta. Hay quien busca refugio en la rutina y quien necesita tiempo para asimilar lo que vive. Hay quien se mueve con rapidez hacia nuevas actividades y quien prefiere avanzar con calma. Sin embargo, todos comparten un mismo desafío: reconstruir un camino propio que les permita recuperar estabilidad, sentido y presencia en su día a día.

En esa recomposición el ejercicio físico adaptado ha comenzado a adquirir un papel que va mucho más allá de lo puramente corporal. Se ha convertido en una herramienta que devuelve estructura, propósito y una sensación de progreso real. Lejos de ser un objetivo deportivo o un reto competitivo, el movimiento aparece como un aliado íntimo, capaz de ofrecer una brújula cuando la enfermedad altera el rumbo de la vida.

Actividades que antes parecían simples pasan a ser un esfuerzo

Para quienes conviven con un diagnóstico oncohematológico, pequeñas acciones como estirar suavemente, caminar unos minutos o realizar ejercicios controlados pueden marcar diferencias enormes (1). La movilidad retorna poco a poco; la energía, aunque modesta al principio, se hace más constante. Mientras el cuerpo se activa, también lo hace el ánimo. La mente encuentra un espacio donde respirar y la emoción, que tantas veces se queda atrapada entre incertidumbres, encuentra una salida más amable.

El ejercicio físico en el camino oncohematológico

Los especialistas coinciden en que la actividad física adaptada refuerza la calidad de vida de estos pacientes de forma integral. El cuerpo gana flexibilidad, resistencia y equilibrio. La fatiga, una compañera persistente en muchos casos, se reduce. La motivación crece al comprobar que el esfuerzo (por pequeño que sea) tiene un impacto. Y, además, el entorno donde se practica el ejercicio suele convertirse en un lugar seguro, un escenario donde cada persona siente que puede moverse sin miedo y a su propio ritmo. Allí, el progreso no se mide en velocidad ni en intensidad, sino en bienestar.

Uno de los efectos más valiosos que aporta el ejercicio es la creación de vínculos. Cuando los pacientes comparten un espacio de actividad física, no solo se mueven juntos; también intercambian experiencias, construyen confianza y se reconocen en las vivencias de otros (2). Esa sensación de pertenencia, de formar parte de algo más grande, se vuelve esencial. Aporta apoyo emocional, reduce la soledad y genera una red que sostiene incluso fuera de las sesiones.

El movimiento como motor de cambio / GSK

El movimiento como herramienta

Conscientes de estas necesidades y de la diversidad de ritmos y capacidades presentes en cada persona, surgió En moviMiento, un proyecto dedicado a promover la actividad física adaptada para pacientes con mieloma múltiple. Su propósito es simple, pero transformador: facilitar que cada individuo encuentre en el movimiento una herramienta accesible, segura y capaz de mejorar su bienestar cotidiano.

El proyecto ofrece tres niveles de ejercicios —baja, media y alta intensidad— organizados en libros prácticos que permiten escoger el grado de exigencia más adecuado. Cada opción respeta el punto de partida de cada paciente y le brinda la posibilidad de avanzar progresivamente. Más que un programa cerrado, es un acompañamiento flexible que invita a que cada persona se escuche, reconozca sus límites y, al mismo tiempo, descubra sus posibilidades.

Gracias a este enfoque, el movimiento deja de ser una obligación para convertirse en una elección que aporta seguridad y motivación. La actividad física se transforma así en un territorio personal donde reconstruir confianza, reconectar con el propio cuerpo y recuperar la sensación de control, tan valiosa en un proceso marcado por tantas incertidumbres.

Campaña EnMovimiento / GSK

El proyecto Fútbol Andarín

Pero el ejercicio adaptado no se limita a entrenamientos individuales o a rutinas guiadas; también puede tomar formas inesperadas y estimulantes. Ese es el caso del proyecto Fútbol Andarín, impulsado por la doctora Esther González, del Hospital de Cabueñes, junto a la Fundación Sporting de Gijón. Esta iniciativa, pionera en el ámbito oncohematológico, adapta el fútbol para que cualquier persona pueda participar sin riesgos y sin necesidad de cumplir con exigencias físicas elevadas.

En Fútbol Andarín, el balón se mueve despacio, las reglas se ajustan y el ritmo lo marca cada participante. Lo importante no es llegar antes ni correr más; lo verdaderamente significativo es compartir la experiencia, sentirse acompañado y reencontrarse con el disfrute de una actividad lúdica. Para muchos, volver a formar parte de un equipo supone una inyección de ánimo, una oportunidad para recuperar una parte de sí mismos que creían haber dejado atrás.

Los beneficios van más allá del juego. En cada sesión, los participantes fortalecen habilidades sociales, descubren nuevas formas de comunicarse y encuentran un espacio donde sus emociones tienen cabida. La práctica regular favorece la movilidad, mejora la resistencia y contribuye a mantener un ritmo activo, siempre respetando las capacidades individuales. Y, sobre todo, genera un ambiente de apoyo mutuo en el que cada avance, por pequeño que sea, se celebra.

Tanto en En moviMiento como en Fútbol Andarín, el deporte se revela como un motor silencioso que impulsa bienestar integral. El movimiento se fusiona con la interacción social, la motivación y el acompañamiento emocional. Cada persona marca su propio ritmo, sin presiones, pero con la certeza de que cada paso tiene valor.

En el fondo, estas iniciativas comparten un mismo mensaje: el ejercicio físico no es simplemente una práctica, sino una forma de volver a sentirse en marcha. De recuperar fragmentos de vida que parecían inalcanzables. De recordar que, incluso en los momentos más complejos, el cuerpo y la mente pueden encontrar una manera de avanzar.

El camino de quienes viven con un mieloma múltiple está lleno de desafíos, pero también de oportunidades para reconectar consigo mismos. El movimiento —combinado con la compañía, la escucha y la empatía— se convierte en un compañero que ayuda a recuperar equilibrio, seguridad y autonomía. Y, aunque cada persona avance a un ritmo diferente, todas comparten la misma certeza: dar un paso, por pequeño que sea, siempre es una forma de empezar.

(1) referencia: Hillengass, M., Joseph, J., McCarthy, J., & Hillengass, J. (2023). Physical Activity in Multiple Myeloma: A Review of the Current Literature. Journal of the Advanced Practitioner in Oncology, 14(2), 153-158. https://doi.org/10.6004/jadpro.2023.14.2.5

(2) Referenciar: Hillengass, M., Joseph, J., McCarthy, J., & Hillengass, J. (2023). Physical Activity in Multiple Myeloma: A Review of the Current Literature. Journal of the Advanced Practitioner in Oncology, 14(2), 153-158. https://doi.org/10.6004/jadpro.2023.14.2.5

NP-ES-MMU-JRNA-250001(v1)12/2025.

Para más información, consulte con su médico.

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