Los árboles actúan como grandes depósitos de dióxido de carbono. Por eso precisamente se han erigido como una de las soluciones casi mágicas para salvar las ciudades: ayudan a limpiar la atmósfera de la polución de los vehículos, de los aires acondicionados, de las calefacciones, e, incluso, de las industrias. En resumen, mejoran el aire que respiramos. Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un ejemplar adulto puede capturar hasta 150 kilos de CO2 cada año. Y también pueden absorber monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, azufre, nitrógeno, y partículas nocivas de cadmio, níquel o plomo.
Sin embargo, parece que esta vital característica se está viendo comprometida. Un estudio publicado en la revista ‘Nature’ alerta de que la capacidad de los bosques europeos para secuestrar carbono está disminuyendo. El trabajo lo ha liderado Mirco Migliavacca, investigador del Joint Research Centre, el servicio de ciencia e innovación de la Comisión Europea, con participación española a través del CREAF. Los científicos han tenido en cuenta, entre otros, los sumideros de carbono del suelo forestal, de zonas húmedas y agrícolas. El dato que resulta es, cuanto menos, alarmante: la capacidad de absorber carbono de los bosques europeos se ha reducido un tercio en tan solo una década.
Talas, incendios y plagas debilitan los bosques
Las causas son múltiples. Por supuesto, el cambio climático es un factor determinante, pero los científicos piden valorar también la relevancia de la tala masiva de árboles, el aumento de incendios, tormentas y plagas, la caída del número de repoblaciones, el envejecimiento de los árboles o los episodios extremos de calor y sequía. Todo eso hace que capturen menos CO2.
Aunque la masa forestal crezca, su salud es cada vez menor / Unsplash
Aunque cada región tiene sus particularidades, estas conclusiones se pueden aplicar a los países del centro y el norte del continente. En España, la situación es distinta. Aquí, por ejemplo, el peso de la industria maderera no supone un problema. Pero, en cambio, sí es un lastre el abandono de los montes y el aumento del «combustible» acumulado que agrava los grandes fuegos.
Aunque a primera vista pueda parecer contradictorio, lo cierto es que esta bajada de la capacidad de absorción de CO2 no implica una pérdida de masa forestal. Ambos fenómenos no van necesariamente de la mano. De hecho, la tendencia es justamente la contraria. De acuerdo a un informe reciente de la FAO, la deforestación mundial cayó a 10,9 millones de hectáreas en la década 2015-2025, frente a los 17,6 millones de hectáreas que hubo entre 1990 y 2000.
La capacidad de los bosques europeos para absorber carbono se ha reducido un tercio en tan solo una década
Entonces, si hay más árboles, ¿por qué capturan menos carbono de la atmósfera? El calentamiento global altera los ecosistemas forestales, reduciendo la salud de los árboles y afectando su capacidad de capturar carbono. Además, la deforestación continúa siendo un problema grave, puesto que, cuando los árboles son talados, no solo se elimina su capacidad para capturar CO2, sino que el carbono que está almacenado en su interior es liberado nuevamente a la atmósfera.
Reducción de la captura de CO2 por los bosques desde 2010 a 2022 / CREAF
Cambiar el modelo de gestión de los bosques
Y esa es, precisamente, otra de las intenciones del estudio que dirigió Mirco Migliavacca: ofrecer soluciones para blindar la salud de la vegetación.
El primer paso para lograrlo sería «mejorar la monitorización forestal a escala y disponer de datos robustos, continuos y armonizados sobre el estado de los bosques, su salud y los diferentes compartimentos de carbono, incluido el suelo forestal». Todo ese conocimiento se debería volcar en planes que transformen de forma profunda la gestión de los bosques europeos y sustituyan un modelo que hoy en día se rige casi en exclusiva por criterios económicos.
Los autores proponen dar un giro para hallar el equilibrio entre las actividades productivas y la conservación de los hábitats. «El estudio sugiere modelos de gestión basados en la ciencia que combinen bosques de diferentes edades y grados de protección, alternando zonas destinadas a la producción sostenible con otras reservadas a la conservación estricta», apuntan, y aseguran que este sistema ayudaría a proteger la biodiversidad y garantizar el secuestro de carbono.
¿Son las repoblaciones la solución?
Los investigadores citan las repoblaciones como parte de la solución. Pero lo cierto es que no existe una fórmula mágica y para lograr que estos brotes prosperen hacen falta muchos estudios previos sobre la viabilidad del terreno. Porque, muchas veces, estas intervenciones artificiales no son lo más aconsejable. «Tienen un nivel de fracaso bastante elevado. Después de un incendio, lo suyo es no hacer nada, solo observar, porque existen muchos mecanismos de regeneración natural», subraya Alexandro Leverkus, profesor del departamento de Ecología de la Universidad de Granada.
La reforestación es una medida válida si se hace en los terrenos y con las especies adecuadas / Reforesta
Leverkus pide no perder de vista la heterogeneidad de los bosques y las particularidades del enclave en el que se asientan. «Por eso, lo primero que se debe hacer, antes incluso de diseñar las actuaciones, es una monitorización», afirma. Es necesario conocer las propiedades del suelo o la disponibilidad de agua, así como las especies viables antes de reforestar.
Pese a lo dramáticas de las imágenes del fuego devorando el bosque, la realidad es que hay muchas especies que lo necesitan para regenerarse. «Pero, hoy en día, tenemos tanta masa combustible, y además muy seca, que, combinada con las condiciones atmosféricas derivadas del cambio climático, hace que se generen los grandes incendios», dice Leverkus.
En todo caso, cuando se toman decisiones de gestión posterior, entre ellas repoblar o no, es necesario saber «con qué especies, con qué densidades y con qué técnicas hacerlo; todas tienen que estar basadas en las condiciones locales», concluye el profesor Leverkus. De todos esos factores depende el éxito o el fracaso de una reforestación en un terreno concreto.
……………
ENTREVISTA. Josep Peñuelas, doctor en Ecología
«El mar ha absorbido la mitad del carbono que hemos emitido»
Josep Peñuelas es doctor en Ecología e investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF). Además, es uno de los españoles que ha participado en el estudio ‘Securing the forest carbon sink for European Union’s climate ambition’, publicado este verano en ‘Nature’.
Josep Peñuelas, doctor en Ecología y autor de numerosos estudios sobre los bosques / CREAF
-¿Qué significa que los bosques estén perdiendo su capacidad para absorber carbono?
-Es el resultado de un conjunto de grandes acciones que generamos los humanos y que son opuestas a las que se deberían llevar a cabo para frenar el cambio climático. Lo primero que tendríamos que hacer es cortar el grifo y emitir mucho menos. Ahora bien, este trabajo analiza cómo evoluciona el CO2 en la atmósfera. Sabemos que lo que nos ha salvado en el último siglo es que, tanto los continentes como los mares, han absorbido un poco más de la mitad del CO2 que hemos emitido los humanos. Por tanto, es importante conocer cómo lo hace la vegetación. En las últimas décadas había ido en aumento, pero ahora, su capacidad de fijación de dióxido de carbono se está saturando.
-Sobre todo en Europa.
-Nos preocupa saber si los bosques europeos están fijando la cantidad de CO2 que venían haciendo. Y los resultados son bastante espectaculares: en los últimos años, en lugar de seguir aumentando, aunque sea a una velocidad menor, han disminuido la captación de CO2. Las razones son el cambio climático y las plagas que este lleva asociadas, que los bosques ya no son tan jóvenes y el lobby de la explotación forestal, sobre todo en el centro y el norte de la UE. Los beneficios de los bosques van más allá de fijar carbono: protegen de la erosión, proporcionan biodiversidad y mejoran el ciclo del agua.
-¿Qué se puede hacer para evitarlo?
-Poner en marcha una gestión forestal inteligente, en la que influyen muchos factores. La vegetación encuentra cada vez más dificultades: le falta espacio, luz, agua, sufre el calor y está envejeciendo. Aunque haya más carbono y nitrógeno, no da abasto. Hasta ahora, veíamos cómo, cuando aumentaba la temperatura, crecía la productividad. Pero, hoy en día, con temperaturas extremas, ya está decreciendo.
-¿Cuál es la situación en España?
-Tenemos otros problemas, ya que no hay tanta explotación forestal. Precisamente por eso hemos acumulado grandes biomasas de combustibles vivos que crean grandes problemas, como los incendios del verano. Y no solo en verano. Aquí, más que un uso excesivo de la leña, tenemos un abandono sustancial.
-¿Son las repoblaciones la solución?
-Tienen sentido allí donde el hábitat lo permite. Es decir, donde hay suelo y donde hay agua. Hay que ir con cuidado, porque en muchos sitios el balance global no es positivo, incluso las especies replantadas pueden acabar muriendo.
-¿Hay voluntad suficiente por parte de los gobiernos?
-No entiendo cómo no reaccionamos como sociedad. Hablamos del sumidero, pero lo más fácil es cortar las emisiones, y eso a los gobernantes les cuesta mucho.
