Javier Alonso: «Cuando el Estado no está presente el narcotráfico ocupa su lugar»

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En medio de la investigación por el triple crimen en Florencio Varela, Javier Alonso, ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, dijo que las organizaciones del narcomenudeo «no son un efecto del Conurbano» y llamó a «dejar de lado la fragmentación». Además, resaltó cómo se utilizó «la tortura y el asesinato» en el caso para construir «autoridad» en el territorio. «Cuando el Estado no está presente el narcotráfico ocupa su lugar», advirtió en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).

Javier Alonso es técnico en minoridad y familia recibido de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Tiene un Máster de Ciencias Sociales con orientación a Educación de FLACSO. Es consultor especialista en temas relacionados con la seguridad para organismos internacionales y se desempeña como ministro de Seguridad en la provincia de Buenos Aires.

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Hablamos con Sergio Berni respecto de un análisis que se hacía en los barrios populares, sobre que en este momento no hay estallido social porque el narcotráfico cumple el papel en los barrios populares de generar trabajo, ingreso y asistencia social con lo que vende. A la gente que antes iba a marchar para reclamar sus derechos hoy le desaparece ese interés de participar políticamente, aplacado por el aporte destructivo y constructivo, las dos cosas, del narcotráfico en los barrios. Me gustaría conocer su opinión de cara al triple crimen que ayer tomó estado público.

El Conurbano no estalla porque el gobernador de la provincia de Buenos Aires todos los días le da de comer a unas 5 millones de personas. Nosotros repartimos alimentos para 2 millones y medio de personas, que comen en las escuelas y que a su vez se llevan una bolsa de comida a la casa para poder cocinar. Invertimos una fortuna en dinero en garantizar la seguridad alimentaria de nuestra población. No digo que no haya hambre, porque lamentablemente en algunos barrios hay gente que no tiene qué comer.

Sí tenemos una estructura de escudo y de red, como le gusta decir a nuestro gobernador, que trata de proteger a los más vulnerables y es un Estado presente que está allí para garantizar la alimentación de la gente, de la misma manera que en los hospitales estamos presentes con una capilaridad que nos permite recibir a gente que lo está pasando muy mal que dejó de recibir los remedios crónicos que recibía del Gobierno nacional. Después, es cierto que hay una economía informal en todo el país. Las organizaciones del narcomenudeo no son un efecto del Conurbano en la provincia de Buenos Aires.

No son solo del Conurbano. Hay barrios en la Ciudad de Buenos Aires.

Por supuesto, y en el interior del país también, y en el interior de la provincia también. Es importante destacar que la Argentina sea el país con menos homicidios de la región, porque tenemos toda una región sumida en una violencia altamente lesiva que está asociada al fenómeno del narcotráfico, donde las prácticas de estas organizaciones narcos son similares a las que vimos en este episodio y que en la Argentina eso no está ocurriendo con una frecuencia o en la magnitud con la que se vio en este caso.

Pero, lamentablemente, las personas que venden drogas son sujetos fungibles. Hoy es uno, mañana es otro. Son personas vulnerables, pobres, desnutridas, adictas, que muchas veces consumen lo que tienen para vender y que en ese contexto son ajusticiados por las organizaciones narco. Y eso ocurre cuando hablamos de los ajustes de cuentas y de muertes del narcotráfico.

Lo que tiene de diferente este caso es cómo se utilizó la tortura y el asesinato de las chicas para disciplinar a un montón de mandos medios de esa organización, que lo que buscaba era que estos hechos aberrantes quedaran impunes, que las chicas quedaran como desaparecidas y que fuera creciendo un rumor en el boca a boca de lo que este líder narco había hecho para poder ganar presencia en la calle.

Buscaron atormentar con su figura de terror a propios y adversarios para construir una autoridad en el territorio. Esto se ve en la medida que el Estado nacional empieza a desertar de sus funciones. Cuando empezó a agravarse la situación de los medicamentos, en las escuchas de una banda narco, las madres del barrio le pedían al narco que le pague los remedios del hijo. Cuando el Estado no está presente el narcotráfico ocupa su lugar.

Para Javier Alonso, los asesinos de las tres jóvenes de La Matanza buscaron imponer autoridad «a sangre y fuego con una dinámica sanguinaria terrible».

En paralelo a esto, tenemos un grave problema que atraviesa el capitalismo a nivel internacional, que es la dificultad para crear puestos de trabajo y la expectativa de vida de los jóvenes, atravesados por las nuevas subjetividades y las redes sociales. Nuestro país hoy atraviesa la pandemia más importante de suicidios, y de suicidios de jóvenes. Tenemos el doble de suicidios que homicidios. Es la estadística oficial. Y eso tiene que ver con un malestar de los jóvenes, con una dinámica nueva que se da en la comunicación interpersonal, en cómo se ven expuestos, en las expectativas de lo que tiene que ver con el éxito, con el logro, los malestares que eso genera. Y eso muchas veces está asociado a problemáticas de salud mental y a la construcción de subjetividades adictivas.

Estamos trabajando mucho desde las diferentes áreas del Estado para comprender este fenómeno y, fundamentalmente, desde las áreas de salud mental, que tampoco se resuelve con gabinetes de psicólogos exclusivamente: son problemáticas sociocomunitarias. En pueblos del interior de la Provincia, donde por ahí no hay temor a la inseguridad como se vive en el Conurbano, como puede ser en un típico pueblo de 12.000 habitantes, se ven problemáticas de salud mental muy graves. Tienen que ver con las nuevas pautas de crianza, con la virtualización en los vínculos entre padres e hijos y con diferentes problemáticas que hacen que sea cada vez más compleja la vida en comunidad.

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Tenemos estos problemas y tenemos el caso de tres chicas que estaban viendo cómo salir adelante, que interactuaban con redes sociales, que tenían una expectativa de éxito y una expectativa de integrarse a la sociedad de una manera ejerciendo su libertad para hacerlo. Frecuentaban habitualmente el barrio del Bajo Flores, donde permanecían más tiempo que en el barrio donde vivían en La Matanza, y así conocieron a integrantes de esta organización. La verdad es que no tenemos muy claro qué fue lo que despertó la ira del líder de la organización.

Usaron un ardid, que fue poner a alguien que ganó la confianza de las chicas, que les prometió que las llevaba a participar de un evento y que, en lugar de eso, las llevó a una casa en Florencio Varela, donde en el jardín habían cavado un pozo muy profundo desde la tarde. Allí las estaban esperando para torturarlas y matarlas, y que eso se transmitiera a una segunda línea de lugartenientes con un líder diciendo: “Esto es lo que le va a pasar al que no hace lo que yo digo, al que me roba”, imponiendo una autoridad a sangre y fuego con una dinámica sanguinaria terrible.

Lo que tenemos que entender es que el narcotráfico en América Latina es esto, y que no lo podemos frenar de una jurisdicción a otra. Esto no se trata ni de meter bala, ni de que el Conurbano es un baño de sangre y la Ciudad de Buenos Aires está perfecta. Son todas chicanas que no nos llevan a ningún lado. Hay que entender la gravedad de esto y que, como decía el general Perón, lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie. Hay que dejar de lado la fragmentación, la grieta y las internas políticas.

Hay que sentarse en una mesa e invertir. Las fuerzas federales tienen que tener la inversión que corresponde. Este caso lo pudimos descubrir también porque hubo cámaras, y estaban los centros de monitoreo que nos permitieron rastrear esta camioneta. Después, se realizó un trabajo muy dedicado de la policía, con un fiscal que fue a fondo y que nos permitió allanar el búnker de esta organización en el barrio 21-24.

TV/ff

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