Hace veinte años, en los pasillos de la Escuela de Suboficiales de Laboulaye, Nicolás y Corina cruzaron sus caminos por primera vez. Ambos estaban iniciando una carrera que sabían sería exigente y llena de desafíos. Lo que empezó como una simple amistad entre compañeros de formación, poco a poco se transformó en una relación que resistió las pruebas del tiempo y de la vocación.
Durante estas dos décadas, no solo compartieron guardias, operativos y ascensos, sino también los momentos cotidianos que fueron cimentando un proyecto de vida en común. La pareja construyó una familia con tres hijos —Sofía, Francisco y Catalina— que se convirtieron en el motor de sus esfuerzos y en el sostén emocional de una profesión que no siempre deja espacios para la rutina hogareña.
Actualmente, Corina se desempeña en la localidad de Villa Huidobro, mientras que Nicolás trabaja en el Puesto de Verificación de Huinca Renancó. A pesar de las distancias y las exigencias laborales, ambos aseguran que aprendieron a organizarse y apoyarse mutuamente para que el uniforme no opaque la vida familiar.
El reciente cierre de su sexto curso de ascenso es, para ellos, una muestra del compromiso sostenido en el tiempo. “Una carrera policial no es sencilla, pero todo se hace más fácil cuando lo compartís con la persona que amás”, reflexionó Nicolás, resumiendo en pocas palabras lo que significan estos 20 años de camino compartido.
Corina coincide: “Coincidir en esta institución fue una de las mejores decisiones de nuestras vidas”. Con esa certeza, ambos proyectan seguir construyendo juntos nuevos capítulos de una historia que combina vocación, amor verdadero y sueños en común.
La pareja reconoce que aún queda un “broche de oro por venir”, una señal de que, más allá de los logros alcanzados, su historia continúa escribiéndose con la misma pasión con la que empezó en aquellos pasillos de Laboulaye.