Rob Riemen, filósofo: «Los gerentes gobiernan el mundo y eso es inaceptable»

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En su último libro vuelve a escritores como Thomas Mann, Antoine de Saint-Exupéry y George Orwell, ¿por qué?

Porque la historia se repite. Si nosotros no cambiamos, ¿por qué razón no debería repetirse la historia? Si no aprendes las lecciones de la historia, estás condenado a repetirla. Y eso es exactamente lo que está sucediendo.

En 2018 publicó en España ‘Para combatir esta era’, donde alertaba de que el uso del término ‘populista’ era tan solo una forma más de cultivar la negación de que el fantasma del fascismo amenazaba nuevamente a nuestras sociedades. ¿Qué opina siete años después?

Hace un siglo el fascismo era un fenómeno nuevo. La gente tenía grandes esperanzas de que la ayudaría a salir de la miseria tras la destrucción de la Primera Guerra Mundial. También triunfó por el miedo al bolchevismo. Pero ahora sabemos qué es. Cuando el libro se publicó en Estados Unidos recibí las mismas críticas que en Holanda en 2010. Nadie quería creerme. Me dijeron que era una tontería, que no se puede decir que Trump sea fascista porque no es Hitler.

¿Qué respondió?

No digo que sea Hitler. Digo que es fascista. Ellos replicaron: Sí, pero para nosotros los estadounidenses, fascista es Hitler, porque eso es lo que vemos en las películas. Con todo el respeto, quizá sea hora de leer libros en lugar de ir al cine, porque algunas películas no ayudan mucho. Otros me dijeron: Trump no es violento y el fascismo siempre fue violento. Yo les dije: solo hace falta esperar. Si está en el lenguaje, saldrá. Y aquí estamos siete años después, cualquiera que tuviera los ojos bien abiertos podía verlo. Hay un judío en la Casa Blanca, Stephen Miller, que está copiando todos los métodos de Eichmann y la Gestapo con sus deportaciones. Amigos míos bien informados temen profundamente que el despliegue de la Guardia Nacional sea solo un ejercicio para declarar la ley marcial durante las próximas elecciones. Si eso llega a suceder, ¿quién va a detener a este hombre, sinceramente? No los europeos.

En su ensayo recuerda cómo Saint-Exupéry ya escribió sobre Estados Unidos y el fascismo poco antes de que el país se involucrara en la Segunda Guerra Mundial.

El año pasado se conmemoró el 80 aniversario del Día D. Recuerdo ver la ceremonia, con un Joe Biden muy mayor, y todos esos soldados de más de 90 años, a veces incluso de 100, sentados allí. Cuando visitas Normandía y ves las tumbas de los 10.000 jóvenes estadounidenses de 17, 18, 19 y 20 años que murieron… Son muchas muertes. Vinieron para liberar Europa, para hacer una sociedad libre. Y pensé: ¿esos jóvenes, sacrificaron su vida por nada? Lo estamos echando todo a perder, empezando por Estados Unidos. ¿Cómo es posible? Estamos hablando de que han pasado solo unos estúpidos 80 años. Me pareció increíble. Hemos olvidado lo complejos y extraños que somos como especie y que hay demasiadas cosas que hemos dado por sentadas. Tras la caída del Muro de Berlín dimos por sentado el fin de la historia. Damos por sentado que nunca más habrá guerra. Nuestra democracia, la damos por sentada. Como dice el refrán, todo lo valioso no se puede dar por sentado. La salud de tu cuerpo no se puede dar por sentada. Tu relación no se puede dar por sentada. Si no las cuidas, las cosas desaparecerán o se destruirán.

El ensayista Rob Riemen en el Hotel Palace de Barcelona. / Elisenda Pons / EPC

¿Cuáles son las raíces profundas de esta situación?

En mi opinión, tiene que ver con el vacío del mundo. Es algo que nace directamente del paradigma de lo tecnológico y racional. Es el paradigma en el que se basa la UE. Hoy todo se centra en la innovación y no en la creación. En el crecimiento económico. Todo tiene que ser útil, así que todo se basa en números. Es el economista el que decide si algo vale la pena. Incluso la educación se ha convertido en una herramienta al servicio de la economía. Nuestro amigo Nietzsche ya predijo esto en 1874, cuando dio sus conferencias sobre el futuro de la educación y alertó sobre cómo se iba a reducir a lo que es bueno para el estado y la economía. Lo único que interesa es ganar dinero. Podría haberlo dicho ayer. Los gerentes gobiernan el mundo y eso es inaceptable.

¿Qué podemos hacer?

Cualquier fuerza de extremismo es una forma de rebelión. Sabemos por la historia que el movimiento fascista no tiene ideas detrás. Todo se centra en el poder y el dinero, lo demás es destrucción. Veamos lo que le estamos haciendo al clima y a una generación de niños a quienes exponemos a las drogas digitales. Cuando se trata de cocaína o fentanilo, encarcelamos a los narcos y bombardeamos Colombia. Pero aceptamos e incluso disfrutamos del hecho de haber creado las drogas digitales que todos conocemos. Existen todo tipo de investigaciones que se han realizado en Estados Unidos y todas demuestran que Instagram, Facebook y TikTok son adictivos. Sabemos que están destruyendo el cerebro, que impiden que los niños se concentren y puedan leer. Y también sabemos que al final, como con cualquier droga, terminan con un vacío total. Sientes que te lo han quitado todo. Así que esos niños son inseguros, viven con miedo, no pueden comunicarse y no tienen ni idea de qué hacer con sus vidas. Los problemas psicológicos son enormes. El agotamiento ya está ahí y las tasas de suicidio están aumentando.

En su ensayo habla mucho de la cultura de la muerte, la ‘Sympathie zur Tod’ que embrujó a los jóvenes europeos en los años 30. ¿Cree que Europa camina de nuevo hacia una guerra?

Hace poco leí un ensayo de Leo Strauss sobre el nihilismo alemán. Lo escribió en los años 40. Habla sobre un error europeo por excelencia: el hecho de que uno crea tener un acuerdo no significa que se cumpla. Echemos un vistazo rápido a la historia europea de los últimos siglos. Es guerra, guerra y más guerra. Españoles y holandeses, españoles y portugueses, españoles y británicos y franceses, franceses y alemanes. Esa es nuestra historia. Ya es un milagro que después de la Segunda Guerra Mundial, al menos en Europa Occidental (olvidémonos de los Balcanes y de ahora Ucrania), ya no haya ejércitos marchando entre Alemania y Francia. ¿Cómo reaccionaremos los europeos al hecho de que los alemanes vuelvan a tener un ejército? Hicieron cosas horribles en el siglo XX, todavía están lidiando con ello. La idea de que, porque queramos vivir nuestro estilo de vida, a otras potencias no les interese la guerra es, por supuesto, un gran error. La guerra forma parte de la naturaleza humana. La regla es la guerra, la paz es la excepción y la civilización es una capa muy fina. No se necesita mucho para romperla.

¿Cuál es la salida que propone?

La única salida es cultivar el eros, el amor, la cultura. El cultivo del alma, en definitiva. Es lo que se supone que son las humanidades, la educación indispensable. ¿Quién está interesado hoy en el alma? Solo nos centramos en los datos, en la ciencia. Espero que dentro de 100 años, si todavía estamos aquí, la gente mire hacia atrás a nuestra época y se pregunte por qué estábamos tan locos en las primeras décadas del siglo XXI, cuando millones de personas veían vídeos sobre cómo aplicar maquillaje. Y ahora me cuentan sobre una influencer que afirma que quienes leen libros no son superiores a su sobrino. Mientras, Trump quiere que Estados Unidos vuelva a ser grande. Bolsonaro en Brasil, lo mismo. Milei en Argentina, Italia, Israel… Simone Weil dijo que la única manera de parar a un Hitler es quitarle esa idea de grandeza. Pero estamos exportando esa misma idea de grandeza.

El ensayista Rob Riemen en el Hotel Palace de Barcelona. / Elisenda Pons / EPC

¿Y qué podemos hacer como ciudadanos? La mayoría siente impotencia ante lo que está sucediendo, por ejemplo, en Gaza.

Acabo de publicar un ensayo sobre el espíritu de la resistencia. Tengo una colega más joven que, como tantos otros, está muy disgustada, y con razón, por el horror al que asistimos cada día. Va a todas las manifestaciones que puede, cree que hay que salir y chillar para expresar su rabia. También apoya otro tipo de actos, en una universidad, una protesta acabó con la destrucción de ordenadores. Le dije que respondería a esos hechos escribiendo un ensayo. En él explico que la resistencia ha existido a lo largo de la historia. El ‘modus operandi’ de las madres de la Plaza de Mayo en Argentina era una protesta silenciosa. Los simpatizantes afroamericanos, por resistencia y racismo, cantaron el himno nacional que conocían en silencio. El simple silencio puede tener un enorme poder. Mi padre era líder sindical universitario, organizaba huelgas continuamente. Es crucial entender que, cuando se quiere resistir, se necesita el apoyo de la gente. Ese fue el poder de Gandhi: la Marcha de la Sal comenzó con 78 personas y terminó con más de 10.000. Mandela tampoco era violento, ni Martin Luther King. Si empiezas a hacer cosas que la mayoría de la gente considera buenas, eres contraproducente. No hay que caer en el hacer cosas por la satisfacción personal, eso no ayudará a la causa. Y tenemos que tener un gobierno que pueda, por ejemplo, decirle a cualquier israelí que viva en los territorios ocupados que ya no tendrá acceso a Europa. Hay muchas cosas que podemos hacer, pero necesitamos pensar con más inteligencia sobre cómo resistir. Hace poco hablé con Dita Kraus, la bibliotecaria de Auschwitz, somos grandes amigos.

¿Qué le contó?

Me confesó que se ha ido de Israel. Me dijo: Rob, este ya no es mi país, ahora está en manos de criminales. Estamos hablando de alguien que sobrevivió al Holocausto, toda su familia fue asesinada y se mudó a Israel en 1946. Como país, Israel se ha suicidado. Seguirá existiendo, pero será una especie de régimen de apartheid sin solución, una sociedad de la muerte. Es una tragedia continua, que empezó aquí con nosotros, los europeos. Si no hubiéramos tenido 2.000 años de antisemitismo, no habría existido Israel. Pero lo que está sucediendo ahora mismo es un genocidio intencionado. Claro que está bien la decisión de reconocer a un Estado Palestino. ¿Pero, por qué ahora?

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