Armand Duplantis se convirtió este lunes en la estrella de los Mundiales de Tokio al superar el listón sobre 6,30 en su decimocuarto récord mundial para lograr su tercer oro tras la plata de Doha’19 (le ganó su amigo estadounidense Sam Kendricks). Se embolsará 70.000 euros por la victoria y otros 100.000 de ‘bonus’.
El escandinavo es la cara amable del atletismo y se ha ganado la admiración general por detalles como el que se vio en la cámara de llamadas, cuando fue a saludar uno por uno a todos sus rivales. Por eso todos han sido partícipes de su éxito, a diferencia de lo que sucede con el díscolo noruego Jakob Ingebrigtsen.
‘Mondo’ Duplantis emergió en 2019 en los Mundiales de Doha y desde entonces cuenta por oros todas las competiciones que ha disputado: dos títulos olímpicos, tres mundiales al aire libre, tres bajo techo, tres europeos al aire libre, uno en pista cubierta y cinco diamantes en la Diamond… Lo más parecido a ser invencible.
Nacido en Estados Unidos e hijo del expertiguista estadounidense Greg Duplantis (su entrenador) y de madre sueca, el escandinavo tiene un saltadero junto a su casa en Lafayette (Luisiana) en el que se forjó su padre, lo que le permite dedicar horas y horas al perfeccionamiento de la técnica sin tener que desplazarse.
Duplantis, serpenteando sobre el listón / EFE
A las comodidades de su casa la suma una especie de CAR Sant Cugat. Su círculo cercano cuenta que muchas veces lo han sacado de allí casi a la fuerza. «Es como cuando los niños juegan con sus padres al baloncesto aquí o al fútbol en Europa. En mi infancia lo que hicimos fue practicar el salto con pértiga», dijo a Red Bull.
«Estoy aquí en el patio de mi casa y es como si volviese a tener 10 años, saltando para mejorar y disfrutando. Me recuerda a épocas más sencillas», añadió el astro en referencia a ese saltadero en el que vio a su padre (saltó 5,80) y quedó tan prendado que empezó a practicar algo parecido a la pértiga ¡a los tres años!
Poco a poco, el sueco ha forjado su leyenda en base a la repetición de secuencias y movimientos hasta convertir la exigente técnica del salto con pértiga en algo tan mimetizado como el que echa un azucarillo al café. Sin embargo, hay otro secreto tanto o más importante en su camino para llevar el récord mundial de 6,16 a 6,30.
Duplantis, en el saltadero junto a su casa / RED BULL
Si el exsoviético Sergey Bubka basaba sus éxitos en la extrema dureza de unas pértigas que tan solo él podía doblar, el secreto de Duplantis es la velocidad. Cargado con la pértiga, corre más que nadie los 40-45 metros y este lunes alcanzó los 38,4 km/h en el Estadio Nacional de Tokio (Bubka no llega a 35 km/h).
¿Saben qué significa eso? De mantener esa velocidad, haría 9.38 en 100 metros, por debajo del récord mundial del mítico jamaicano Usain Bolt (9.58). Es una proyección que explica la rapidez del pertiguista, cuya marca en el hectómetro son los 10.37 que logró en su victorioso reto ante el vallista noruego Karsten Walholm.
«Todo se trata de velocidad, no hay más», ha explicado ‘Mondo’ Duplantis. Tiene razón en parte, ya que a la potencia que genera hay que sumar su capacidad para mantener velocidad en el movimiento técnico del posado que le permite salir casi disparado. Y a su talento sobre el listón, como demostró otra vez en Tokio.