Otra vez: dólar vs. tasas

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Julio pareció ser un mes bisagra para la carrera contra reloj en la que está inmerso el programa económico. ¿La meta? Llegar a las elecciones del 26 de octubre con la percepción de una economía en relativa paz, que la memoria colectiva argentina la traduce rápidamente en dos variables: el precio del dólar real y la inflación. Con un IPC oscilando entre 1,5% y 2,5% mensual (1,9% arrojó la útima medición del INDEC, la de julio), con la cotización de la divisa norteamericana que todavía está debajo de la inflación del año, parece alcanzar. Hay otros problemas, más gravitantes en algunos casos, pero luego de más de una década con precios desatados y un dólar oscilante, ese parece ser un ingrediente necesario y en algunos casos suficientes, para validar la marcha del plan.

La contracara

Sin embargo, lograr esta “calma” como objetivo casi único, implica recurrir a instrumentos monetarios, fiscales y cambiarios que tienen visibles efectos colaterales. Unos se irán viendo más adelante, pero otros ya están impactando en la economía real. El primer paso era desinflar la demanda de dólares, por lo que el prometido desarme del cepo cambiario de abril se limitó a la variante más popular pero que no abarcaba la totalidad del mercado de divisas: el segmento minorista tanto para ahorro como para compra y venta. Quedó para otra oportunidad su utilización por el stock acumulado de utilidades para repatriar, entre otros efectos paralizantes del control de cambios instaurado en 2019 pero que fue perfeccionándose y agravándose a medida que arreciaba el peligro de una corrida contra el peso.

El otro componente para evitar una demanda excesiva de dólares y que su cotización tocara pronto el techo de la banda cambiaria, fue el de la no acumulación de reservas en la medida que se había acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto, si bien quita libertad de acción para intervenir en el mercado cambiario, alimenta las expectativas de su recomposición ni bien pase el tiempo electoral. No por nada, la presión cambiaria hizo subir durante julio 13% la cotización y sólo la restricción monetaria impidió que el Banco Central tuviera que salir antes de tiempo a vender dólares para apagar el incendio, con reservas netas que continúan en negativo.

Las tasas volaron en dos meses convirtiéndose rápidamente en positivas porque el otro termómetro, la inflación, no acusaba recibo de la efervescencia cambiaria. Pasaron de 44% (nominal anual -TNA) a 68% a fin de la semana anterior, cuando los precios todavía no perforaron el techo del 2% en junio y julio. Sebastián Menescaldi, director asociado de Eco Go señala que para agosto su estimador RPM apunta al 2% mensual, un poco más que julio (1,9%). Allí se mezclan varios factores: el impacto de la variación del precio de las verduras (la medición semanal de alimentos le dio en la segunda semana 0,6%), el freno del dólar luego del pico del mes pasado, la mayor apertura comercial junto a la caída en la demanda que comprimen los márgenes y, porque no, la suba en la tasa de interés. “Es un apretón monetario muy fuerte que va a repercutir negativamente en la economía intentar contener el dólar y la inflación al mismo tiempo, pero como a corto plazo, es factible que se intente sostenerlo”, analiza.

Proyecciones

Por su parte, el economista Jefe del IERAL, Jorge Vasconcelos anticipa que “el apretón monetario sirve para estabilizar la economía, pero no podría sostenerse en el tiempo sin afectar la actividad”. A su juicio, las turbulencias de julio dejaron como herencia tasas de interés muy por encima del nivel previo. Por ejemplo, para bonos del Tesoro (LECAPS), el rendimiento por encima de la inflación esperada está llegando a 24 % anual, contra 8% en marzo pasado y 13 % entre abril y junio. Además, en los préstamos de corto plazo a empresas, la tasa se ubica cerca del 57% anual, pero todavía inferior al interés aplicado a los créditos personales (70%) y un costo financiero total que calcula en hasta del 100% anual, debido a la incidencia tributaria distorsiva como Ingresos Brutos y tasas municipales.

“De persistir este escenario, se profundizará la desaceleración del nivel de actividad, habrá más complicaciones para el cumplimiento de los créditos y se hará sentir en un incremento del stock de deuda pública doméstica, dado que de aquí a enero de 2026 los vencimientos a refinanciar equivalen a 12,3 % del PBI, con una concentración de 8,7% entre agosto y octubre”, anticipa. Como solución alternativa propone que la clave pase por que las negociaciones políticas que introduzcan racionalidad en las leyes que se tratan en el Congreso y se haga más consistente el régimen de bandas cambiarias con las políticas monetarias y cambiarias, para de esta manera volver a “anclar expectativas”.

Cuando en marzo, con una pauta cambiaria que marchaba al 1% mensual, la calma volvió a los mercados con el lanzamiento del programa del 11 de abril. Con un desembolso inicial de US$12.000 millones de parte del FMI y la instalación de las bandas cambiarias de intervención, la eliminación del cepo para personas físicas y las metas monetarias trajeron mayor volatilidad.

La tasa de interés duplicando la inflación esperada es una muy mala noticia para el nivel de actividad privado, pero también para el costo de financiamiento de la deuda doméstica del Gobierno, y por lo tanto golpea a los ingresos fiscales de doble manera: aumenta los pagos de los servicios financiero y restringe la recaudación tributaria que depende del nivel de actividad (IVA, II.BB., Combustibles).

A su vez, Menescaldi apunta que toda esta coyuntura va a impactar en la actividad. “Muchas entidades, para conseguir liquidez, vvendieron títulos públicos, pero también están recortando el financiamiento, vía la tasa como también en cantidades para mejorar su posición financiera. “Va a provocar escalabro en las compañías que estaban muy apalancadas y con respecto a las familias, va a seguir creciendo la morosidad y un recorte del crédito disponible”, señala.

Por si acaso, el Banco Central ya avisó que volvería a subir los encajes (que reducen la liquidez y ajusta la tasa de interés) si en las próximas licitaciones la refinanciación de deuda resulta de nuevo inferior al 100%.

El auditor

Los informes periódicos del FMI sobre la evolución de la economía argentina se hacen públicos y a partir de allí se disparan las interpretaciones entrelíneas. En su último monitoreo, según explica en su último informe la consultora Invecq, el organismo espera que la evolución de los agregados monetarios sea más consistente con la acumulación de reservas internacionales netas (RIN) y pide al BCRA, en coordinación con el Tesoro, que asuma un rol más activo en el manejo de la liquidez para mitigar la excesiva volatilidad, y haya una mayor claridad en relación con el régimen monetario-cambiario a mediano plazo. “Es evidente que se avecinan meses complicados en materia cambiaria. A la dolarización típica preelectoral se sumó una mayor presión desde julio y el desmanejo en el desarme de LEFI, que trajo más ruido y agregó una cuota de incertidumbre de cara a lo que viene”, explica.

Finalmente, en este y otros análisis, la mirada vuelve a la política elegida por el Gobierno para apostar a un resultado electoral favorable, entendiendo que eso le permitiría volver plenamente a los mercados internacionales voluntarios de deuda y así obtener los US$6.600 millones que le faltan para cumplir con la meta comprometida de diciembre. Un gran desafío, aún más difícil de sortear que el de las urnas.

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