Cada año lo mismo en los mismos sitios y en las mismas fechas. Los petardos. ¿Los lanzamos? ¿Los prohibimos? ¿Miramos para otro lado? ¿Hacemos como que no los hemos oído aunque eso sea imposible? Resulta evidente que los tiempos han cambiado. Los espectáculos pirotécnicos forman parte de las muestras de algarabía en las fiestas de nuestro país y parece que la cuestión no va a cambiar. Se puede, eso sí, adaptar. Apaciguar en cierta manera. Todo el mundo sabe cuándo va a haber ruido y puede buscar una protección en esos momentos.
Otro asunto es el de los petardazos que suenan sin que nadie pueda preverlo, así porque sí, porque son fiestas y hay que hacerlo. Y eso, francamente, no.
