Por qué los jóvenes varones pobres miran a Javier Milei? Una alerta que la política no puede ignorar

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Una parte significativa de los votantes de Javier Milei son jóvenes varones, de sectores populares, desencantados y alejados de las identidades políticas tradicionales. No llegan a la ultraderecha por convicción ideológica profunda, sino por hartazgo. Crecieron entre crisis, inflación, precariedad laboral y promesas incumplidas. Para muchos, el sistema no les ofreció futuro ni reconocimiento.

Estos jóvenes sienten que nadie los escucha: ni el Estado, ni los partidos, ni los sindicatos. Perciben que el esfuerzo no alcanza, que el mérito no rinde y que la política habla un idioma ajeno. Milei aparece como un grito de bronca contra “la casta”, una narrativa simple que canaliza frustración y enojo, aunque no ofrezca soluciones reales a sus problemas cotidianos.

Sus reclamos son claros: trabajo digno, ingresos estables, acceso a la vivienda, posibilidad de progreso y respeto. También demandan autonomía, menos burocracia y una idea concreta de futuro. No piden ideología: piden oportunidades.

Los espacios progresistas tienen un desafío urgente: dejar el discurso defensivo, volver a hablar de movilidad social, empleo joven, formación técnica, economía popular y tecnología con inclusión. Escuchar sin prejuicios, hablar claro, proponer soluciones concretas y recuperar la esperanza. Porque cuando la política abandona, el enojo ocupa su lugar. Y el enojo, sin proyecto, puede volverse peligroso.

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