El termómetro

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Con el invierno recién estrenado, nos enfrentamos a la cuenta atrás hacia la Navidad. Estarán ustedes leyendo esta columna con la cantinela de los niños y niñas del colegio de San Ildefonso como música de fondo. Acaso han hecho una lectura tempranera y ya toda su atención está centrada en el sorteo de la lotería de hoy, que es el más importante del año, aunque según los entendidos es el que, proporcionalmente, reparte menos premios. O acaso pertenece alguno de ustedes a ese pequeñísimo porcentaje de los que no compran lotería y el soniquete le resulta totalmente ajeno. En cualquier caso, la Nochebuena está aquí, detrás de la puerta, y ya tenemos formado el revuelo: los que se van, los que vuelven, los que se van a casa de los padres o hermanos y los que los reciben, aunque dispongan de espacios mínimos. Un amigo mío, adorna esta idea con el refrán de que «donde caben los genios, caben los cuerpos».

Como de costumbre, a los que sí llevamos lotería, no nos habrá tocado y nos consolaremos con aquello de que menos mal que tenemos salud. Y si no tenemos salud, ¿con qué nos conformamos? ¿Con el amor? Bueno, bueno. No nos metamos en profundidades y sigamos con el optimismo, pero nunca viene mal echar una miradita alrededor. Por lo pronto, casi todo el mundo con gripe: o la hemos pasado o la estamos pasando o la vamos a pasar. Y viene al caso recordar que en medio del maremágnum de días nacionales e internacionales -oficiales, no oficiales, populares y raros- que celebramos, hoy le toca al termómetro, siempre tan útil para confirmar o descartar enfermedades. El Día Mundial del Termómetro rinde tributo a este objeto, inventado por Galileo en el año 1522, que inicialmente funcionaba con agua y se llamó termoscopio.

En 1714 Fahrenheit inventó el termómetro de mercurio y, en fin, ya la cuestión fue evolucionando hasta los termómetros de oído y los digitales, que hemos utilizado a diestro y siniestro durante la pandemia y nos han quedado en la mayoría de las casas como modernísimo recuerdo. Con ellos han quedado atrás las violentas sacudidas -a veces salía disparado con la consiguiente rotura- destinadas a bajar la columna de mercurio y los diversos gestos al trasluz hasta conseguir ver la finísima línea que marcaba la temperatura. Pero volvamos al principal tema que nos ocupa: la lotería. Pronto o quizá ya sabremos que no nos ha tocado nada; como mucho, una pedrea o algún reintegro; que los premios gordos han caído, como siempre, en lugares lejanos.Y, claro, nos consideraremos afortunados por no necesitar el termómetro, ya que gozamos de buena salud. Feliz Navidad.

*Académica

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