En el vasto universo de la cocina, pocos platos encarnan tan bien la filosofía de que «lo bueno se hace esperar» como el cordero braseado. Esta técnica culinaria ancestral, que combina el sellado a alta temperatura con una cocción lenta y prolongada en líquido, es la alquimia perfecta para transformar cortes de cordero que podrían ser duros en bocados de una ternura y un sabor inigualables.
Brasear no es solo cocer. Es un ritual que comienza con un buen corte de carne, preferiblemente piezas con hueso como la paletilla, la pierna o el cuello, que aportan una profundidad de sabor extra al caldo. El proceso se divide en etapas clave:
El sellado dorado: La pieza de cordero se dora primero en una sartén caliente con un poco de grasa. Este paso es fundamental, no solo por la caramelización superficial (reacción de Maillard) que aporta complejidad aromática, sino también para sellar los jugos dentro de la carne.
El lecho de aromáticos: Sobre una base de verduras como cebolla, zanahoria, apio y ajo, que se sofríen ligeramente, se posa la carne. Estas hortalizas no solo aportan sabor al caldo, sino que también actúan como una cama que evita que la carne se pegue al fondo de la olla.
El baño aromático: Se añade un líquido, que puede ser caldo de carne, vino tinto (una elección clásica que marida a la perfección con el cordero), cerveza o incluso sidra. Este líquido debe cubrir parcialmente la carne, sin sumergirla del todo. Es aquí donde la magia de la cocción lenta comienza.
La larga espera: La olla, herméticamente tapada, se introduce en el horno a una temperatura moderada y constante (generalmente entre 150°C y 170°C) o se cocina a fuego muy lento en la cocina. Durante horas, la carne se confita lentamente en sus propios jugos y en el líquido aromatizado. Las fibras de colágeno, antes rígidas, se descomponen en gelatina, resultando en una carne que se deshace en la boca.
El cordero braseado es un plato que evoca reuniones familiares, celebraciones y la calidez del hogar. Su origen se pierde en la antigüedad, cuando la cocción lenta era una necesidad para ablandar carnes más fibrosas y aprovechar al máximo los recursos disponibles. En muchas culturas mediterráneas y de Oriente Medio, el cordero braseado es un pilar de su gastronomía, con variantes que incluyen especias exóticas y frutos secos.
Al final del proceso, el cordero braseado emerge de la olla con una textura asombrosa y un sabor concentrado. La salsa, reducida y enriquecida con los jugos de la carne y las verduras, es un néctar que se convierte en el acompañamiento perfecto para papas asadas, puré, cuscús o arroz.
