Susan Stokes, investigadora de la Universidad de Chicago: «En EEUU tenemos un presidente que actúa como un dictador»

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Susan Stokes, directora del Centro para la Democracia de la Universidad de Chicago, ha dedicado su carrera a estudiar los riesgos a los que se enfrentan las democracias en países en desarrollo y ahora observa cómo su país ha entrado en una deriva autocrática a su país y cómo en su propia ciudad el presidente Donald Trump ha reprimido con fiereza las protestas contra su Administración por las redadas antiinmigrantes. De visita en la Universitat de Barcelona para inaugurar el nuevo Centro de Investigación en Instituciones, Política y Economía (IPERC), y con un libro recién publicado –’Los renegados (The Backsliders): por qué los líderes socavan sus propias democracias‘– conversa con EL PERIÓDICO sobre la delicada salud política en Estados Unidos.

¿Está la democracia estadounidense en declive?

Somos una sociedad democrática con un gobierno autoritario. Tenemos un presidente y una mayoría en el Congreso que actúan de forma dictatorial. No respeta el Estado de derecho, ha desplegado fuerzas militarizadas en varias ciudades, incluida Chicago, y han llevado a cabo detenciones arbitrarias, incluso de ciudadanos estadounidenses, y han ordenado ejecuciones extrajudiciales en el Caribe. Estas acciones se parecen a las de los gobiernos autocráticos, aunque la sociedad sigue siendo democrática en muchos aspectos. 

¿Qué hace que la sociedad siga siendo democrática?

La gente sigue comportándose como ciudadana de una democracia: habla, se reúne, vota y cree en la oposición y en la libertad de expresión, incluso bajo presión. Las universidades sufrimos ataques contra la libertad académica, pero continúan resistiendo. Los tribunales federales han frenado al Gobierno, aunque el Tribunal Supremo muestra un compromiso menor con las normas democráticas. Analistas y políticos, incluso republicanos, están dando la voz de alarma y están surgiendo movimientos de resistencia, pero llevará tiempo.

¿Sigue existiendo la separación de poderes?

El Congreso ha dejado de actuar como un poder independiente. La mayoría republicana rara vez cuestiona al presidente. El control que Trump ejerce sobre el partido le permite intimidar a los legisladores disidentes. Los tribunales han sido más firmes, y pese a que los jueces sufren acoso e incluso violencia, muchos han actuado con valentía para defender el Estado de derecho.

¿El cierre del Gobierno es un síntoma más del declive o un punto de inflexión?

Las dos cosas. El cierre se produce porque el presidente y los líderes republicanos se niegan a negociar, rompiendo con una larga tradición estadounidense. Los demócratas, que habían sido criticados por su pasividad, han adoptado una postura más firme al exigir financiación para los subsidios de salud, y ambos partidos se culpan mutuamente, pero la opinión pública culpa más al partido en el poder. Ahonda en el declive porque Trump está utilizando el enfrentamiento para depurar a funcionarios públicos, una maniobra por ahora bloqueada por los tribunales. Y los demócratas quieren que sea un punto y aparte: han encontrado una causa por la que unirse, aunque siguen en busca de liderazgo de cara a las elecciones de 2028.

¿Podría Trump volver a presentarse?

Es poco probable, aunque no imposible. Dice que lo hará con tal de provocar a sus oponentes y desanimar a los votantes que creen que seguirá en el poder pase lo que pase. Pero, constitucionalmente, sería casi imposible, salvo que el sistema colapsara. Con 79 años, su salud y su eficacia están en declive, y muchos republicanos aspiran a sucederle. Las tensiones internas hacen improbable otra candidatura, y hasta el propio Tribunal Supremo probablemente la rechazaría. Tendría que declarar una insurrección para mantenerse en el cargo.

Susan Stokes, directora del Centro para la Democracia de la Universidad de Chicago / Jordi Otix / EPC

La palabra «insurrección» no es ajena a EEUU. ¿Ha logrado la sociedad civil recuperarse del trauma colectivo del 6 de enero?

No, sigue siendo un tema profundamente de división. Los republicanos continúan defendiendo la falsa narrativa de un fraude electoral. Esa negación impide procesar colectivamente el trauma. La Comisión del 6 de Enero dejó un registro claro de los hechos, pero no hubo rendición de cuentas. Muchos de los condenados fueron posteriormente indultados y algunos hoy ocupan cargos en la Administración.

¿Está EEUU más polarizado que nunca?

Los partidos políticos están más polarizados que la población. Muchos estadounidenses están cansados de la división y buscan una política más serena y pragmática. Hay una «mayoría agotada» centrista dispuesta a apoyar a líderes que ofrezcan optimismo y unidad, como hicieron Obama o Reagan, que lograron conectar con ese mensaje esperanzador. Además, los estadounidenses están acudiendo a votar en cifras récord precisamente por la polarización. La gente siente que hay más en juego. La polarización ha movilizado a ambos bandos.

¿Por qué no vemos más protestas masivas en las calles? ¿Es miedo a la represión?

El Gobierno intenta silenciar a sus críticos en la academia, la prensa y la sociedad civil, mediante demandas, recortes de financiación e intimidación. Aun así, hay señales de resistencia: hasta la cadena afín a Trump, Fox News, dijo que no aceptaría las condiciones de censura impuestas por la Administración para obtener credenciales para cubrir el Pentágono. Movimientos como No Kings (no queremos reyes) están muy activos, aunque las protestas son más descentralizadas y menos visibles, la participación es mayor que durante el primer mandato de Trump, y se espera que la marcha de este sábado lleve a millones de personas a las calles.

¿La injerencia de EEUU en el extranjero, como en Venezuela, es otro síntoma del declive democrático?

Sí. La política exterior de Trump es errática y transaccional, sin precedentes. Utiliza aranceles y amenazas con fines políticos, castigando a países por asuntos no relacionados, como quiere hacer con Brasil. La retórica de Trump es aislacionista, pero sus acciones no lo son. Esta contradicción —entre el discurso aislacionista y el intervencionismo violento— podría fracturar su propia coalición si estallara un conflicto real. Los gobiernos autoritarios tienden a ser más agresivos internacionalmente: el auge de las autocracias hace el mundo más peligroso. La defensa de la democracia debe ser global. 

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