Nacido en Estados Unidos e hijo del expertiguista estadounidense Greg Duplantis (su entrenador) y de madre sueca, el escandinavo tiene un saltadero junto a su casa en Lafayette (Luisiana) en el que se forjó su padre, lo que le permite dedicar horas y horas al perfeccionamiento de la técnica sin tener que desplazarse.
A las comodidades de su casa la suma una especie de CAR Sant Cugat. Su círculo cercano cuenta que muchas veces lo han sacado de allí casi a la fuerza. «Es como cuando los niños juegan con sus padres al baloncesto aquí o al fútbol en Europa. En mi infancia lo que hicimos fue practicar el salto con pértiga», dijo a Red Bull.
«Estoy aquí en el patio de mi casa y es como si volviese a tener 10 años, saltando para mejorar y disfrutando. Me recuerda a épocas más sencillas», añadió el astro en referencia a ese saltadero en el que vio a su padre (saltó 5,80) y quedó tan prendado que empezó a practicar algo parecido a la pértiga ¡a los tres años!
Poco a poco, el sueco ha forjado su leyenda en base a la repetición de secuencias y movimientos hasta convertir la exigente técnica del salto con pértiga en algo tan mimetizado como el que echa un azucarillo al café. Sin embargo, hay otro secreto tanto o más importante en su camino para llevar el récord mundial de 6,16 a 6,30.