Las imponentes sierras de Córdoba, con sus antiguos macizos y ondulantes valles, son el hogar de una biodiversidad rica y única que guarda secretos de un pasado inimaginable. Estas tierras, recorridas en la actualidad por miles de turistas y lugareños, fueron alguna vez el reino de criaturas colosales que dominaban la prehistoria: los dinosaurios.
Aunque la provincia no es tan conocida por sus hallazgos paleontológicos de gran escala como otras regiones del país, como la Patagonia, la geología de sus sierras y valles ha comenzado a revelar evidencias que sugieren una fauna prehistórica mucho más diversa de lo que se creía. Los geólogos y paleontólogos han encontrado formaciones rocosas que datan del período Cretácico, la última era de los dinosaurios, y del Triásico y Jurásico, etapas anteriores donde estas criaturas comenzaron a diversificarse.
Durante el Cretácico, hace aproximadamente 100 millones de años, el clima de lo que hoy es Córdoba era más cálido y húmedo. Los ríos serpenteaban entre llanuras y bosques, creando un hábitat ideal para una variedad de especies. Se especula que las Sierras Chicas y las Sierras Grandes, que ya se estaban formando, eran un terreno elevado que servía de refugio a la megafauna.
Si bien no se logró hallar un esqueleto completo de un dinosaurio gigante, los estudios de las formaciones rocosas y los pocos fósiles fragmentarios sugieren que la zona era parte de una gran extensión habitada por saurópodos, herbívoros de cuello largo y cola inmensa. Se prevé que criaturas como el Argentinosaurus huinculensis, uno de los animales terrestres más grandes que haya existido, hayan merodeado por estas zonas, buscando alimento en sus exuberantes bosques.
Pero no todo era tamaño y majestuosidad. El ecosistema también estaba poblado por depredadores ágiles y temibles. Los terópodos, grupo al que pertenecen el famoso Tyrannosaurus rex, habrían sido los reyes de la cadena alimenticia en estas tierras. Se cree que parientes más pequeños y ágiles, como los Abelisaurios, depredadores carnívoros con brazos muy cortos y potentes patas, eran los cazadores más prolíficos en los valles cordobeses.
Hallazgos y fósiles en la región
Aunque los descubrimientos son escasos, cada fragmento de hueso o huella fósil es un tesoro de información. Hace algunos años, se encontró un diente fosilizado en una cantera en las cercanías de La Calera, un hallazgo que ha sido atribuido a un terópodo, confirmando la presencia de grandes carnívoros en la región. Además, en el Museo de Paleontología de la Universidad Nacional de Córdoba se exhiben fragmentos de huesos y otros fósiles que, aunque no son de dinosaurios, sí son de la misma era y ayudan a reconstruir el ambiente prehistórico.
En las márgenes del río San Antonio, se encontró un gigante con caparazón. El gliptodonte (Glyptodon reticulatus) es un pariente lejano de los armadillos actuales, pero del tamaño de un automóvil. Estos herbívoros gigantes, con su caparazón óseo que les servía de armadura, recorrían las pampas y pastizales que cubrían los valles cordobeses, conviviendo con mamuts, tigres dientes de sable y otros mamíferos de la megafauna.
Sus fósiles son mucho más comunes de encontrar en la provincia, sirviendo como un recordatorio palpable de la riqueza paleontológica que ha caracterizado a esta tierra a lo largo de millones de años. Actualmente, se encuentra alojado en la Sala Font del Parque Estancia La Quinta de Villa Carlos Paz, el sitio donde lo encontraron.
El trabajo de los paleontólogos en Córdoba está lejos de terminar. A medida que avanza la tecnología y se exploran nuevas áreas, la esperanza de encontrar un yacimiento importante crece. Las sierras cordobesas, con sus capas milenarias de roca, son una biblioteca esperando para ser leída.