Celso Coco, experto en incendios y gestión forestal: «La despoblación rural es un alimento para los fuegos»

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¿Qué ha fallado para que haya un incendio como el de Molezuelas, que ha quemado más de 30.000 hectáreas, y otro en Puercas que ha arrasado más de 4.000?

Estas circunstancias hay que mirar un poquito hacia atrás, también en el momento en que se producen. En general, en España ha habido un abandono rural, poblacional, de los pueblos. La gente se ha ido a vivir fundamentalmente a las ciudades y, entonces, aquella actividad económica, aquel uso que se hacía del territorio, en muchos casos se ha abandonado o ha disminuido muchísimo. La consecuencia es que aquellas zonas donde se labraban, se cultivaban, se pastoreaba, ahora mismo la vegetación natural se ha ido instalando en esas zonas y ya no hay uso de ellas. Esta vegetación, al instalarse, ha aumentado la superficie forestal enormemente. Ahí están las estadísticas de los inventarios nacionales forestales, donde se ve este aumento de la superficie tanto forestal como, en concreto, también arbolada. La consecuencia es que esta continuidad de vegetación, sin ningún tipo de gestión, lo que hace es tener un paisaje muy vulnerable.

¿Vulnerabilidad por qué?

Los incendios siempre van a existir. Han existido, existen y existirán. No se pueden eliminar totalmente. Además, son un proceso natural, y más en ámbitos ecosistemas mediterráneos. Teniendo estos antecedentes de superficies ocupadas por vegetación natural, donde antes había discontinuidades debido a las labores que hacían el paisaje de estas zonas rurales, cuando se produce un incendio encuentra superficies muy continuas donde va a quemar porque tiene alimento, tiene combustible. De ahí la vulnerabilidad. Cuando se junta con condiciones meteorológicas adversas, como pueden ser altas temperaturas que estamos teniendo estos días, junto con sequedad acumulada por estas altas temperaturas del verano, con altas velocidades de viento, son elementos fundamentales para la propagación de un incendio forestal. Son los elementos precisos para que estos incendios sean imparables.

¿Cuál podría ser entonces la solución para evitar estos incendios?

Lógicamente, teniendo en cuenta esta casuística de abandono y de continuidad de la vegetación, lo que hay que potenciar son alternativas al mundo rural para que la gente no se vaya de los pueblos, o que tenga capacidad para poder vivir en ellos y, por tanto, hacer un uso de su entorno. Esto se puede conseguir con varios elementos, lo que pasa es que hay que darle tiempo y darle un poco de capacidad para que esto suceda. Lógicamente, no es a corto plazo, es a largo plazo.

¿La gravedad de los incendios puede estar relacionada con la despoblación del mundo rural?

Sí, es lo que argumentaba de la despoblación del mundo rural, que es una causa de que haya tanta superficie forestal continua y, por tanto, un alimento para los incendios. También conllevado al cambio climático, que lo que hace es aumentar las temperaturas. Este aumento de temperaturas son elementos fundamentales para que los incendios tengan una propagación mayor. Al aumentar las temperaturas, la probabilidad de que el incendio se un alimente de vegetación más seca es mayor y, por tanto, mayor avance. Circunstancias específicas o locales del lugar con aumento de todas estas características que estábamos mencionando hacen que cualquier incendio que se produzca en estos territorios tiene un nivel de avance enorme, y lo estamos viendo estos días. Mucha continuidad de vegetación, velocidad de viento y altas temperaturas, con baja humedad relativa y baja humedad de la vegetación, son los elementos fundamentales para la propagación.

¿Y qué se puede hacer ante estos incendios que también llaman a veces de sexta generación, una de las claves puede estar en mejorar la gestión forestal?

Exacto. Nosotros podemos actuar sobre el paisaje haciendo discontinuidades de muchas maneras. Una de las labores fundamentales y prioritarias es dar acceso a los medios de extinción, con la apertura de pistas o el acondicionamiento de las ya existentes. También tener zonas de reducción de vegetación, a densidades no muy altas, para que en el caso de que pase un incendio por ahí no se pueda comportar de forma muy violenta. Otra es el aprovechamiento forestal sostenible, que se venía haciendo y se viene haciendo en muchas zonas. En aquellas zonas donde existe una gestión forestal activa hay una probabilidad menor de que un incendio se comporte de forma muy violenta.

¿Por qué ayuda esa gestión forestal sostenible y activa ayuda a aplacar el incendio?

Porque se está reduciendo carga a través de la extracción y de hacer un aprovechamiento, si estamos hablando por ejemplo de madera, de aquellos árboles y zonas donde se sabe que va a haber una renovación. Pero esa renovación va a ser controlada, planificada, no de forma caótica, como se está produciendo en las zonas abandonadas. Una gestión forestal activa hace que el paisaje tenga unas condiciones favorables para su aprovechamiento y, lógicamente, para impedir o para reducir esa virulencia de un posible incendio que pudiera ocasionar.

¿Entonces la frase que se dice de que los incendios se apagan en invierno es cierta, o incluso podría ir un poco más allá del invierno, a varios años vista?

Exacto. Además, diría que los incendios se apagan de forma continua, en verano fundamentalmente, pero también a lo largo de todo el año, que es cuando se hace ese aprovechamiento forestal. Tenemos experiencia de ello. En España en 1850 ya se crearon las primeras escuelas de ingenieros de montes, con estudiantes que fueron estudiando las primeras producciones, en base a la ciencia forestal. La gestión forestal sostenible está basada en la ciencia, y lo que nos ha enseñado es que el aprovechamiento forestal es compatible con muchísimos otros usos, incluido, lógicamente, la conservación. Si no hay conservación de esos ecosistemas, no es gestión. Entonces, los ingenieros de montes, los ingenieros forestales, tenemos preparación profesional basada en la ciencia forestal para poder hacer un aprovechamiento forestal sostenible, teniendo en cuenta estos valores.

¿En qué errores no habría que caer a la hora de repoblar o a la hora de reconstruir la zona azotada por los incendios?

Básicamente no caer en el error de la urgencia. Hay suficiente experiencia en España como para saber qué es lo que se tiene que hacer. Después de un incendio lo que se observa es una nueva instalación de la vegetación, de forma natural. Esto siempre pasa. La cuestión es que esa vegetación, ¿con qué objetivo nosotros queremos que se desarrolle? Teniendo en cuenta factores sociales, económicos y medioambientales hay que ver si queremos volver a lo que ya había o algo diferente, ya que se pueden realizar diferentes restauraciones. Lógicamente, después de un incendio la prioridad es el suelo, que es el elemento fundamental de subsistencia de la materia vegetal. Si por cualquier razón después de un incendio hay precipitaciones muy altas, la escorrentía, ese agua que va escurriendo por el suelo, se lleva la capa fértil, lo que nosotros denominamos el suelo. Y, si se lleva la capa fértil, no hay vegetación que pueda crecer. Entonces, lo principal, una de las medidas fundamentales que tenemos dentro de la ingeniería forestal es proteger el suelo mediante técnicas, elementos sobre las laderas, a través de unos elementos vegetales como albarradas y cordeles en curva de nivel para frenar ese agua que podría escurrir sobre la ladera y así contener un poquito el suelo. Esas acciones son casi inmediatamente posteriores al incendio, en las zonas donde lo requieran. Y luego ya se piensa, se planifica y se ve si se va a necesitar una restauración o una plantación de forma artificial o una regeneración natural.

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