Por estas horas, se registra en Cristina Fernández de Kirchner una nueva paradoja, dentro de su extensa trayectoria política, acaso ahora en su etapa crepuscular. Así, mientras intenta llevar al extremo su estrategia judicial para evitar que le decomisen sus bienes, tras la condena firme por corrupción que le impuso además prisión domiciliaria e inhabilitación para ejercer cargos públicos, volvió a tomar la lapicera electoral.
Desde su cómodo departamento en el barrio porteño de Constitución y en el ejercicio -a distancia- de su función como presidenta del PJ, Cristina insistió primero en la necesidad de que el peronismo vaya unido a las legislativas nacionales. Por el momento, le hicieron caso en 17 de los 24 distritos.
Sin embargo, su mayor dedicación estuvo dirigida a la provincia de Buenos Aires, como viene pasando desde hace mucho tiempo.
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Allí CFK y su exhijo político, Axel Kicillof, alimentan desde el año pasado una escalada de tensión que sólo no derivó en fractura -aún- por la estrategia de que es imposible enfrentar a Javier Milei sin unidad. Aunque duela.
El gobernador bonaerense busca vuelo propio. Evitó respetar el pedido de la expresidenta y adelantó las elecciones provinciales, por primera vez desde el retorno de la democracia.
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Enfrentados al verticalismo de La Cámpora y a la alianza tacticista de Sergio Massa con el kirchnerismo duro, Kicillof y su gente encararon el cierre de las candidaturas para el comicio del 7 de septiembre con ánimo protagónico. La sede de la Gobernación en La Plata se convirtió en la catedral de la rosca peronista.
Las fricciones motivaron un curioso corte de energía eléctrica, que “obligó” a postergar el plazo de la presentación de listas, y hasta la aparición de una boleta kicillofista paralela por si las negociaciones fracasaban.
Nada de eso se replica en estos momentos, cuando el peronismo bonaerense (todas las fuerzas políticas del país, en realidad) debe definir antes de que termine el domingo 17 sus candidatos a la Cámara de Diputados, con vistas a la votación general del 26 de octubre.
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En este proceso, Kicillof se corrió (¿o lo corrieron?) y la centralidad regresó a Cristina, según confirman fuentes partidarias de diferentes colores. Es más, al revés de lo que sucedió para las provinciales anticipadas, Kicillof ya transmitió que no propondrá ni vetará la cabeza de la lista al Congreso Nacional.
Hay allí un nudo complejo. Que si va Máximo Kirchner (como supuesta prenda de unidad), que si se postula Massa (que preferiría dejar pasar, como dice siempre), que si rompe Juan Grabois (con teléfono abierto con CFK)… La interna peronista, capítulo mil.
Las disputas son extramuros y permanentes. Kicillof encara la campaña local y el lunes lideró un encuentro de su espacio sin convite al resto de sus “aliados”. El martes, en la sede del PJ, la camporista Mayra Mendoza reunió a “Fuerza Patria” bonaerense (el ‘restyling’ K) sin avisarle al kicillofismo, que soslaya en su campaña a CFK.
En los próximos días, se develará si la expresidenta y su lapicera vuelven recargadas para multiplicar los nervios peronistas o como señal de distensión. Otra vez Cristina.
ff