España está viviendo un verano marcado por incendios forestales de gran magnitud. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, desde el inicio de la temporada estival se han producido al menos una veintena de grandes fuegos que han afectado a más de 500 hectáreas. De Galicia al Bierzo, de Castilla y León a Navarra, las llamas han devorado miles de hectáreas en cuestión de horas y han obligado a desalojar a miles de personas de sus hogares. Según explican varios expertos en declaraciones a la plataforma Science Media Center España (SMC), los incendios de este año son fruto de una combinación de factores que, lejos de ser casual, lleva tiempo gestándose y que, por lo tanto, más allá de las actuaciones de emergencia, también requiere acciones estructurales para que no vuelvan a ocurrir.
Son varios los estudios que señalan que más del 90% de los incendios en España son provocados por el ser humano y el 10% restante se relacionan con fenómenos naturales como, por ejemplo, la caída de rayos. Las investigaciones sobre el terreno desvelan que un porcentaje elevado de estos fuegos surgen a raíz de malas prácticas agrícolas, como la quema incontrolada de rastrojos o el uso de maquinaria cerca del monte en días de alto riesgo, así como de errores humanos y descuidos cotidianos, entre los que destacan desde colillas mal apagadas hasta fogatas improvisadas sin las medidas de seguridad necesarias. También hay un porcentaje que se vincula directamente a la actividad de pirómanos que inician intencionadamente estos fuegos. Según algunos estudios, los pirómanos estarían detrás del 8% de los incendios en España.
Más allá de la causa exacta de los incendios que asolan España, los expertos coinciden en señalar que la virulencia de las llamas se explica, sobre todo, por factores climáticos y meteorológicos. La combinación de una primavera especialmente húmeda, que hizo brotar gran cantidad de vegetación en los espacios naturales españoles, seguida de un verano marcado por la escasez de lluvias y las altas temperaturas, ha derivado en un aumento del combustible potencialmente inflamable en los bosques. Y todo ello, en la práctica, supone un «cóctel molotov» que «solo necesita una chispa para derivar en un gran incendio», afirma Cristina Santín Nuño, científica titular del CSIC y jefa del Departamento de Biodiversidad y Cambio Global del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (Universidad de Oviedo-CSIC).
Otro de los factores que está contribuyendo al clima de incendios en España es el calor extremo. Y es que desde el principio de la temporada se están registrando valores muy por encima de la media y varios episodios de ola de calor. Según explica Cristina Montiel Molina, catedrática de Análisis Geográfico Regional en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), las altas temperaturas provocan un fenómeno conocido como sequía térmica o ‘flash drought’ que, en la práctica, actúa concentrando el calor tanto en la vegetación como en el suelo, quitándole así toda la humedad y haciendo que sean potencialmente más inflamables. Todo esto, unido a la irrupción de fuertes rachas de viento y de tormentas secas, «completan un escenario meteorológico en el que hay más riesgo de que se desencadenen grandes incendios simultáneos», comenta la especialista.
Son muchos los expertos que coinciden en señalar que la evolución de los incendios depende mucho de la configuración de los bosques y de las zonas rurales. En las últimas décadas, en España se ha observado una transformación del mosaico agrícola y forestal tradicional a paisajes más continuos y, por tanto, más inflamables. Esto no solo ha incrementado la carga de combustible sino que, además, reducido las barreras naturales que antes dificultaban la propagación del fuego. «El paisaje agroforestal actual es fruto de políticas de los últimos 50 o 60 años y no puede revertirse de un día para otro», destaca Adrián Regos Sanz, investigador posdoctoral Ramón y Cajal en la Misión Biológica de Galicia (MBG-CSIC) y jefe del grupo de investigación de Ecología del Paisaje, quien argumenta que «en el contexto climático actual solo queda planificar la prevención para optimizar los recursos disponibles».
Otro factor clave para entender los incendios de este verano es la transformación del medio rural provocada por décadas de despoblación y abandono de las labores tradicionales como el pastoreo, la recogida de leña o el aprovechamiento agrícola de ciertas zonas que, a su vez, contribuían a mantener estas áreas más limpias, sanas y fragmentadas. Según explica Víctor Fernández-García, investigador en la Universidad de Lausana (Suiza) especializado en ecologismo y pirogeografía, «la despoblación y el abandono de los aprovechamientos y prácticas tradicionales del monte ha dado lugar a paisajes más propensos a grandes incendios forestales», ya que hoy existen masas vegetales continuas y con mayor carga de combustible, lo que facilita la propagación rápida y de gran intensidad del fuego.
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