El cuerpo de una mujer escondido en un placar en un departamento de la ciudad de Córdoba y la aparición de los restos de una Brenda Torres, trajeron a la memoria hechos que se dieron en Carlos Paz y que aún no tienen una respuesta.
El 21 de diciembre de 2000 se escucharon ruidos extraños en la costanera de Carlos Paz, cerca del predio del Carlos Paz Rugby y el ACA.
Cuando salió el sol, la Policía encontró el cuerpo de una mujer con un balazo en la cabeza.
La autopsia determinó que la víctima había sufrido una violación y tenía golpes en distintas partes del cuerpo.
El caso nunca fue resuelto, nadie reclamó el cuerpo y todo el caso quedó envuelto en un misterio que persiste hasta estos días, 25 años después.
El caso estuvo en manos de Carlos Matheu, el único fiscal que tenía Carlos Paz en esa época. Su identikit se difundió durante varios años por los medios de Córdoba y el país, se envió a través de Interpol a países limítrofes. No hubo respuesta.
El 19 de mayo de 2018, dos hombres pescaban en un bote en aguas del San Roque, cerca del puente Las Mojarras en Villa Parque Síquiman.
Mientras charlaban de bueyes perdidos en medio de la pesca, divisaron un bulto raro que flotaba en el agua. Llamaron a la Policía y un rato más tarde, efectivos del entonces Cuerpo Especial de Policía encontraron el cuerpo de una mujer atrapado entre unas ramas.
El cadáver presentaba golpes y llevaba entre 10 y 15 días en el lago. El caso recayó en la Fiscalía del Segundo Turno, a cargo de Ricardo Mazzuchi.
Si bien no se dieron a conocer datos de la autopsia, fuentes judiciales señalaron que hubo violencia en la muerte de la mujer desconocida.
Unos meses después, el Ministerio Público Fiscal, difundió la reconstrucción digital del rostro que pudieron hacer los técnicos de la Policía Judicial.
Se determinó el rango de edad probable entre los 35 y los 45 años. La mujer medía 1,68 metros, su contextura física era delgada, el contorno facial era ovalado. No se pudo determinar el tipo y color de cabello por la descomposición del cadáver.
Entre otras señas particulares se determinó que no poseía útero ni ovario izquierdo a raíz de una cirugía al a que había sido sometida. Llevaba puestas dos pulseras en una de sus muñecas en tonos verde y rojo.
La víctima tenía un tatuaje en la espalda con la frase: “Nadie es capaz de matarte en mi alma”.