Un peñasco del tamaño de dos campos de fútbol situado frente a la costa de Marruecos –pero de titularidad española– habitado por media docena de cabras; una patrulla de Mohamed VI que lo ocupa en pleno verano y planta una bandera marroquí atada a unas zarzas; días de tensión y cruce de declaraciones a ambos lados del Estrecho; el Pentágono buscando con lupa el islote en los mapas para tratar de localizarlo; el ministro de defensa español, Federico Trillo, narrando con épica la operación del Ejército que logró sustituir una bandera por otra en la misma zarza «al alba y con tiempo fuerte de levante»; unos legionarios que acaban zampándose a la brasa una de aquellas cabras; desayuno de huevos fritos con chorizo y santa misa en el ministerio de Defensa para celebrar que todo ha acabado bien.
La historia del conflicto entre Marruecos y España por el islote de Perejil ocurrido en julio de 2002 contiene tantos elementos chuscos que nadie se habría sorprendido de verla contada por Luis García Berlanga en una de sus películas. Sin embargo, la historiografía nos recuerda que a veces las guerras empiezan por nimiedades como un rifirrafe en una frontera o una disputa por una linde.
23 años después de aquellos hechos, un documental ha recuperado su relato poniendo el foco en sus entretelas a través del testimonio de sus protagonistas sin esquivar sus pasajes más ‘berlanguianos’ pero sin quitarle hierro al asunto, que lo tuvo.
“El conflicto fue pequeño como la isla, pero tocaba la soberanía nacional, que es un tema muy delicado. Cualquier contratiempo podría haberlo escalado y haber desencadenado una crisis militar más grave», advierte Tian Riba, director de ‘Perejil‘, el documental de tres capítulos producido por El Terrat que emite Movistar Plus+.
Marroquíes manifestándose en la costa frente a la isla de Perejil / .
Bandera alauí
Al mediodía del 11 de julio de 2002, una docena de gendarmes de la Marina Real de Marruecos desembarcó en la isla de Perejil, situada a 250 metros de la costa marroquí y a ocho kilómetros de Ceuta, y se instaló en una de sus playas tras izar la bandera alauí. Las relaciones entre los dos países no pasaban por su mejor momento y la operación fue vista como un acto hostil por parte del Gobierno de José María Aznar, que desde el primer momento exigió la salida de los militares marroquíes del territorio español.
En los nueve días siguientes se vivió una suerte de guerra fría entre los dos países, con cruces de declaraciones, negociaciones entre bambalinas y apelaciones a la mediación de Estados Unidos, aliado de ambos gobiernos, que en documental relatan sus protagonistas.
Precisamente, junto a la recreación ficcionada de algunos lances del enfrentamiento –como las escenas de la llegada de los gendarmes a la isla y la de su expulsión posterior por parte de los militares españoles–, la galería de entrevistas que trufan el documental es su principal atractivo.
En ausencia del secretario de Estado norteamericano Colin Powell, fallecido en 2021, y del jefe de la diplomacia marroquí, Mohamed Benaissa, que se negó a participar -él también ha muerto, en febrero de este año-, el ‘who is who’ al completo de aquel conflicto desfila ante las cámaras explicando cómo lo vivieron –entre las 40 personalidades que hablan hay políticos, diplomáticos y periodistas tanto españoles como marroquíes– y las gestiones que se hicieron bajo cuerda para tratar de sofocarlo.
Cartel del documental ‘Perejil’ / Movistar Plus+
Especialmente reveladoras son las declaraciones del subsecretario de Estado norteamericano, Richard Armitage, que confiesa la perplejidad con que Washington asistió a aquella disputa por un peñasco que no lograban localizar en el mapa, y las de Aznar, que argumenta en el documental su férrea oposición a la mediación del rey Juan Carlos –tradicional amigo de la casa real alauí– y anuncia que le dijo a su mujer que si la operación militar para liberar la isla salía mal, «dimitiría».
Mención especial merece la aportación del ministro Trillo, autor de la frase más célebre del conflicto, que en el serial se recrea en descripciones ‘marca de la casa’, como la que hace del general que se presentó en su despacho para explicarle los detalles de ‘Romeo Sierra’, el operativo que permitió recuperar la isla –»botas de caña alta, pelo al uno, moreno cetrino, taconazo y power point», apunta–, y del desayuno que se sirvió en el ministerio la mañana en que los marroquíes fueron expulsados de Perejil: «huevos fritos con chorizo», cuenta orgulloso. Acto seguido se ofició una misa, de la que Trillo también detalla el texto de la Biblia que se leyó: «El pasaje decía: tu derecha me salva. Me extrañó, pero el cura me dijo que era el que tocaba ese día», cuenta.
Anécdotas aparte, Perejil deja lecciones que hoy se entienden mejor que entonces. En la redacción del acuerdo que puso fin a la crisis, donde se negoció cada palabra, Estados Unidos acabó tomando partido por España. Un año después, Aznar se hacía la foto de las Azores con Bush y le ofrecía su apoyo a la guerra de Irak.
«Perejil explica la geopolítica del momento y la que vino después. Fue un claro ejemplo de guerra híbrida, algo a lo que hoy estamos acostumbrados. Lo que pocos saben es lo cerca que estuvimos de que aquello hubiera desembocado en una guerra real«, advierte Riba. Por fortuna, aquel vodevil se saldó con una única víctima mortal: la cabra que asaron y se comieron en la propia isla los legionarios que la ocuparon tras expulsar a los marroquíes.
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