Tu vida la escribió The Corrs hace 30 años. Es curioso que, por aquel entonces, con el prometedor Forgiven, Not Forgotten bajo el brazo, Andrea y sus hermanas pudieran predecir con tal precisión los paros cardíacos que tocaría afrontar. Porque, claro, no hay nada como el amor para pellizcar tantas veces el corazón. Y ellas, tan mundanas, tan sencillas, le han dedicado todo un cancionero a este sentimiento. Lo han abrazado, quemado, exprimido, vomitado. Siempre desde una melancolía celta que, gracias al épico violín de Sharon, las ha acercado aún más a ti. Escucharlas relatando tu historia impresiona. Sobre todo, ojo, cuando descubres que en torno a sus temas han reunido a millones de personas que sienten como tú. Y eso, en el fondo, ay, reconforta. Anoche, cuando tocaron What Can I Do en el Alma Festival, con 5.000 almas coreando su plegaria, quedó patente: sus letras hablan de ti, de ti, de ti… Y lo seguirán haciendo.
Están celebrando tres décadas de gloria con una gira mundial que, este lunes, con todo el papel vendido, llegó a su fin con su parada en Madrid. Y, para ello, desempolvaron un repertorio de altura: no hubo tiempo para todas sus joyas, pero no faltaron los clásicos. Como una ametralladora, dispararon Only When I Sleep, Give Me A Reason y My Lagan Love. “Es un gran placer estar aquí. Gracias por acompañarnos durante tantos años. Gracias a vuestro cariño nos habéis hecho sentir en casa”, dijo una pizpireta Andrea, que se movía por el escenario con una naturalidad hoy pocas veces vista. Conserva la dulce voz de aquellos 90 en los que arrasaron, pero con los matices que dan los años. Fue tal la conexión que estableció con el público que, en ocasiones, fruto de la emoción, bajó el tono para darle a cada uno su lugar.
Sharon Corr, durante el concierto que The Corrs ha protagonizado en el Alma Festival de Madrid. / SERGIO PÉREZ
De los 50 millones de discos que The Corrs ha despachado en el mundo, tres corresponden a España. Una cifra que demuestra el fervor que ha desatado a 1.500 kilómetros de su Irlanda natal. Es, de hecho, una de las bandas internacionales más demandadas desde que pisaron la capital en 1999. La última vez que lo hicieron fue en 2004, poco antes de retirarse durante una temporada. Regresaron a la música en 2015 por sorpresa, después de que Andrea y Sharon probaran las mieles en solitario. Desde entonces, tras alumbrar dos elepés, ya instaurados en la madurez, han ido organizando multitudinarios tours que les han devuelto a la actualidad. Si algo han conseguido, precisamente, a diferencia de grupos similares, es que sus canciones sobrevivan en el imaginario popular. Para muestra: Radio, Queen Of Hollywood, So Young, Runaway, I Never Love You Anyway…
No hubo posibilidad de recuperar el aliento: los éxitos fueron sucediéndose uno detrás de otro mientras, sobre las tablas, bien cómplices, los cuatro intercambiaban miradas. Caroline, a la batería, entró en combustión con Old Town, una versión del tema de Phil Lynott. Jim, por su parte, guitarra en mano, se desmelenó con Dreams, de Fleetwood Mac. “El amor siempre es la mejor terapia. Ha sido una noche muy emocionante.”, añadió la vocalista, enfundada en un vestido negro. Gran acierto fue revisitar Summer Sunshine, una de los títulos que mejor les sienta: un dardo al desamor que, con una armonía cálida, a modo de consuelo, resucitó aquellos amores de verano que, aunque escuezan, nos mantienen vivos.
Hipnóticos hasta el final
Reivindicaron también dos cortes de su última etapa: White Light y Ellis Island. Son, tal vez, dos de sus mejores canciones, alejadas ya del foco, desde el sosiego. Si bien no sonaron tan joviales como sus primeros sencillos, hay que reconocerles el mérito de seguir alumbrando melodías notables. El silencio que se impuso en la segunda, dedicada a los emigrantes irlandeses que cruzaron el Atlántico, durante cinco minutos, resultó atronador. Con una crudeza inusitada en Andrea, a coro junto a sus hermanas, desplegaron un halo de esperanza en el parque Enrique Tierno Galván: aquella isla de Estados Unidos fue un símbolo de nuevas oportunidades en 1900, un horizonte que The Corrs ha luchado por no olvidar. Fue el único instante en el que los móviles no se elevaron por encima de las cabezas. No hubo ruidos ni cuchicheos. Sólo algún arrumaco de quienes, como los protagonistas, alguna vez buscaron un mar al que lanzarse.
The Corrs, en el parque Enrique Tierno Galván de Madrid. / SERGIO PÉREZ
Cada vez que la banda interpretó alguna de sus piezas instrumentales, se desencadenó la euforia colectiva: violines, flautas, tambores, guitarras y pianos para recrear una verbena celta en Madrid. Pese al tiempo, los cuatro continúan hipnotizando a la masa con un directo sobresaliente. Fueron magnéticos hasta un final que eclosionó con Breathless, el himno que les terminó de consagrar. Han colaborado con Alejandro Sanz, Sheryl Crow, Luciano Pavarotti y Rod Stewart, entre otros. Fueron nominados al Grammy dos veces y recibieron el Ondas, la Orden del Imperio Británico, el Brit Award y 26 premios más. Sin embargo, no han dejado de ser la Andrea, Sharon, Caroline y Jim que cantaban al amor con tanto ahínco. Tu vida la escribió The Corrs hace 30 años. Y tanto.