Este mes de junio, concretamente el día 30, se cumplen dos décadas de la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en España, ley que se aprobó durante la primera legislatura del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien también traería el fin de ETA y el desgarro ante una crisis económica mundial que negó y de la que, por unas razones u otras, todavía andamos recuperándonos. Pero vuelvo sobre esa ley que permitió que personas del mismo sexo contrajeran matrimonio y pudieran de esa forma dignificar sus relaciones y su forma de vida sin el temor a ser señaladas, castigadas y hostigadas, como ocurrió en España y sigue ocurriendo en determinados países del mundo, donde la homosexualidad se ve como un pecado y una enfermedad, cuya cura pasa por el aislamiento de la persona, el castigo y el posterior olvido.
En nuestro país, afortunadamente, hoy casi nadie se alarma si ve besarse a dos mujeres o son dos hombres quienes demuestran públicamente su amor y eso es algo que nos tiene que hacer sentir orgullo, porque en el respeto y en la tolerancia se sustentan dos de las grandes banderas sociales y de justicia que hemos alcanzado tras muchos años de silencio y miedo, primero, y posteriormente de lucha y serena conciencia con nuestro deber por erradicar estigmas que tenían y tienen mucho que ver con la ignorancia, el extremismo y un toque de esencia religiosa que todo acababa y acaba por confundirlo, haciendo que la homosexualidad tuviera que habitar en lugares privados con puertas cerradas a cal y canto y dolores que se extendían en los años y con las frustraciones al saber que tu vida era una mentira de la que no podías escapar por el que dirán, por el daño a los seres queridos que sin embargo jamás se fijaron en ti, porque no querían escuchar lo que sus corazones intuían y de lo que tanto se avergonzaban.
De esa España estamos lejos y esa es una buena noticia y un buen síntoma, no solo porque las personas homosexuales en su gran mayoría viven más felices, integradas y sin un temor cotidiano, sino también porque los padres que antaño hubieran abofeteado al adolescente homosexual hasta hacerle negar su condición, hoy celebran y festejan su amor hacia ese hombre o esa mujer que nació para hacernos a todos más felices y libres.
*Periodista y escritora