Miguel Ángel Gallardo.
Sabido es que los extremeños se tocan, tanto llegan a tocarse que se encariñan unos con otros hasta convertir en aforado a quien más lo necesita. Miguel Ángel Gallardo, por ejemplo. El expresidente de la Diputación de Badajoz fue nombrado diputado de la asamblea autonómica sobre la campana -un día antes del inicio del juicio en el que se le acusa de prevaricación y tráfico de influencias-, porque la justicia le tenía en el punto de mira, y eso sí que no. «Por ahí no paso», se dijo Gallardo, gallardo él, así que dimitió una diputada y renunciaron al escaño cuatro más, hasta que corrió el turno y le toco el premio, no a quien más lo merecía, sino a quien más lo necesitaba: al propio Gallardo. El PSOE es un partido de izquierdas y, como tal, socorre a los más menesterosos. Aunque lo que necesiten sea escabullirse de la justicia.
A Gallardo se le acusa de favorecer desde la Diputación a David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno y presunto músico, si bien persona con tan graves problemas de orientación que no sabía ni dónde se encontraba la oficina que en teoría ocupaba a cambio de un buen sueldo. Un aforamiento a tiempo es mejor que un buen abogado, además de mucho más barato, pensó Gallardo y, dicho y hecho, ya está sacándole la lengua a la justicia desde su escaño y gritándole «a que no me pillas». Al fin y al cabo hizo lo que debía, ya que favorecer a amigos y afines es la principal función de un presidente de la Diputación. Más aún, esa es la principal función de todas las diputaciones provinciales, nadie ha conseguido todavía hallarles otra utilidad. Y de entre estas funciones, ninguna tan elevada y gratificante -en el más amplio sentido de la palabra- que la de favorecer a la familia del presidente del Gobierno cuando éste es de tu propio partido. Hasta ahí, todo correcto, que esto es España.
-Siempre a tu servicio y al de tu familia, Pedro, para lo que gustes mandar. ¿Necesitas otro cargo para algún familiar?
Uno no llega a secretario general del PSOE en Extremadura -ni de ningún otro partido ni en ninguna otra región- sin saber a quién conviene favorecer, a quién perjudicar y a quién ignorar. Si alguien pretende ayudar a la sociedad, que se meta a cura y se olvide de la política. No sé si he comentado antes que esto es España.
En España, a los aforados no los juzga la justicia ordinaria, sino el Tribunal Superior de Justicia, un hecho que apenas tiene precedentes en ningún otro país europeo, con lo que se confirma que Spain is diferent, por lo menos en lo que respecta a sus políticos. Hay que reconocer que si en algún lugar es necesario proteger a los políticos de la justicia ordinaria, es precisamente en España, donde la historia demuestra que no distinguen demasiado lo lícito de lo ilícito, será cosa del clima. Juzgarlos en una instancia más elevada sirve para hacer creer a los ciudadanos que los políticos son una casta superior y, más importante, conseguimos que la sentencia la dicte un tribunal mucho más cercano al poder ejecutivo, lo cual es una garantía. Un juez de primera instancia, capaz sería de tratar a Gallardo como a cualquier otro ciudadano, tal vez incluso osaría condenarlo, y esas cosas no pueden permitirse, que esto es España.
Tanto se ha acercado el PSOE a los independentistas catalanes, que ya les copia los argumentos. Si los líderes del procés acusan a la justicia de perseguirlos por el hecho de ser independentistas -aunque hayan sido pillados malversando dinero público o adjudicando a sus amiguetes contratos a dedo-, los del PSOE afirman que a Gallardo le acosa la justicia por motivos igualmente políticos, de ahí que no tenga otro remedio que buscar aforamiento. Uno ya no sabe dónde empieza Pedro Sánchez y dónde termina Puigdemont, así de iguales se están tornando.
Antes de dedicarse a la política, es decir, antes de obligar a sus compañeros de partido a renunciar para usar su escaño a manera de burladero, Gallardo trabajó de carretillero en una conservera de tomate. Un trabajo digno, sin duda, pero tenía el inconveniente de que no le facilitaba librarse de la justicia llegado el caso, y siempre termina llegando. El tomate en conserva será muy sano, pero un escaño, aunque sea -así lo considera la jueza- conseguido en fraude de ley, puede evitarle a su ocupante el tener que probar el rancho de la prisión, lo cual es también un valor gastronómico.
La evolución laboral de Miguel Ángel Gallardo es similar a la del subordinado de Juan Belmonte que terminó de Gobernador Civil. Al torero le preguntaron cómo se puede pasar de banderillero a gobernador, y su respuesta sirve también para explicar cómo ha pasado Gallardo de carretillero a diputado extremeño.
– ¿Pues cómo va a ser? Degenerando.