Todavía no salí de esa noche: Fernando Albareda confesó el crimen de su madre

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Desde el penal de Bouwer, Fernando Albareda brindó una estremecedora entrevista a un año del brutal asesinato de su madre, Susana Montoya, ocurrido la noche del 1° de agosto de 2024. Allí confesó cómo y por qué la mató. 

El testimonio fue brindado a Ary Garbovetzky, periodista de La Voz del Interior. Entre lágrimas, Fernando aseguró que aún no sabe si está arrepentido: “Todavía no salí de esa noche. Sigo metido ahí”. La entrevista fue realizada en una sala del Módulo 1 del Complejo Carcelario de Bouwer, lugar donde alojan a los detenidos sin antecedentes penales ni vínculos con el crimen organizado.

“Con mis hijos no”: el origen del conflicto

El asesinato de Susana Montoya terminó siendo el desenlace de una discusión extensa. Un desenlace que incluyó varias disputas familiares por una indemnización estatal de 76 millones de pesos, producto del reconocimiento judicial a Ricardo Albareda, padre de Fernando, como víctima de desaparición forzada durante la dictadura.

Según el testimonio de Fernando desde la cárcel, su madre había prometido entregar una parte del dinero a sus nietos, pero días antes del cobro se arrepintió y decidió que ayudaría económicamente a su otro hijo, Ricardo. “Ella me dijo que iba a comprarle un terreno, una pieza con baño. Mi hermano tiene 46 años y nunca trabajó. Siempre vivió de ella. Yo sentí que eso era injusto”, contó.

“Le pregunté si estaba segura de lo que iba a hacer, si de verdad no les iba a dar nada a mis hijos. Me lo confirmó, y yo me repetía en la cabeza: ‘con mis hijos no, con mis hijos no’…”, confesó.

El pasado lleno de traumas

Fernando también reconstruyó su infancia. Contó la ausencia de sus padres, la violencia y los abusos. Tras la desaparición de su padre, fue internado en un instituto de menores por decisión de su madre y su abuelo. “Sufrí abusos de un profesor. Mi mamá lo supo, se lo escribí en una carta, y nunca me pidió perdón. Jamás me miró a los ojos”, denunció.

“Yo todos los días preguntaba por mi papá. Y me respondían que se había ido, que tenía otra mujer. El mismo discurso que decían los milicos”, agregó.

Con los años, y formando parte de la agrupación Hijos, descubrió que su padre era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y había sido torturado y asesinado por la dictadura. El caso llegó a juicio y fue conocido como la “causa Albareda”.

Pero, según él, Susana jamás lo acompañó en esa lucha: “Cuando llevé los papeles para que fueran querellantes conmigo, ni mi madre ni mis hermanos quisieron firmar nada”.

En ese sentido, en la entrevista Fernando Albareda vuelve una y otra vez a su niñez, a su padre ausente y la oscura figura de su madre: “Lo de mi mamá no empieza esa noche. Empieza muchos años antes, cuando me dejó sin papá, cuando no me defendió, cuando me encerró y me dejó solo”, resumió.

La noche del crimen

El acusado contó que su Susana Montoya estaba cenando y había decidido alimentar a sus perros. Él, sentado frente a ella, no comió y volvió a preguntarle por la plata que iban a cobrar. “Ella me confirmó que no les daría nada a mis hijos. Salió al patio, y yo fui detrás de ella”, relató desde Bouwer.

En el tramo de la entrevista, contó todos los detalles: “Totalmente enceguecido, la ahorqué con una soga. Después le pegué con una piedra, con un ladrillo, le clavé un cuchillo.”. Fernando había intentado simular un ataque, escribiendo con lápiz labial en la pared: “Los vamos a matar a todos. Ahora van tus hijos. HDP. #Policía”.

Yo no soy un asesino. Pero ya había hecho eso y no sabía cómo seguir. No sabía qué hacer”.

¿Hubo deliberación?

Al ser consultado por si había hecho justicia, Fernando dijo: “No lo sé. No sé si fue justicia. No sé si estuve bien. Estoy todavía en esa noche”.

También aprovechó para enviar un mensaje a las organizaciones de derechos humanos que lo apoyaron durante años: “Les pido disculpas. Esto fue un acto personal, mío. Siento que les fallé”.

Fernando asegura que eligió el momento preciso para cometer el crimen: sabía que su hermano no estaba en la casa y dejó el auto a varias cuadras para no quedar “pegado”. “No hubo premeditación emocional, pero sí me preparé. Lo hice porque sabía que si hablaba con ella, me iba a romper de nuevo”, reconoció.

Desde Bouwer, donde espera el juicio por el crimen de su madre, aseguró: “Pido que se sepa la verdad. Que no se queden con lo que dice el fiscal. Que alguien intente ponerse, un segundo, en mi lugar”. 

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