El reloj Cu-Cú: un emblema de Villa Carlos Paz que desafía el tiempo

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Villa Carlos Paz es una ciudad que combina naturaleza, cultura y tradición. En su corazón, guarda uno de sus símbolos más queridos y emblemáticos por los argentinos: el mítico Cu-Cú. Desde su inauguración en 1958, el reloj gigante cautivó a vecinos y turistas por igual. Una revisión profunda de sus orígenes nos permite descubrir la verdadera historia de este ícono, quizás el más fotografiado de las sierras de Córdoba y una postal inconfundible.

En el libro «Así fue mi vida –Dos guerras mundiales y después Argentina», el profesor Carl-Hans Plock, desde su faceta de ingeniero y artista, detalla con precisión y pasión cómo nació la idea de la obra y cómo se convirtió en realidad. A partir de la traducción de Heidrun Wedemeyer, accedemos al relato en primera persona del propio constructor, un testimonio que revela el alma de una aventura que constituyó mucho más que el levantamiento de un simple reloj.

«Un emblema del cual todos estaban orgullosos»; escribe Plock. Su relato nos transporta a los años previos, cuando, tras dejar su labor académica en Córdoba, decidió embarcarse en la aventura de construir un reloj Cu-Cú que no solo marcara las horas, sino que también se convirtiera en un símbolo de Villa Carlos Paz.

Desde la juventud en Neumenhar, su tierra natal, hasta la llegada a Argentina, su historia se entrelaza con la de un pueblo en crecimiento. La colaboración de ingenieros alemanes como Ulrich Schnaak y Karl Wedemeyer, y artesanos locales como el carpintero Persello y familias del Valle de Calamuchita, fue esencial para materializar aquel sueño.

El desafío técnico y la pasión por la precisión

Construir un reloj de estas características en una época donde la tecnología todavía era limitada en Argentina fue un verdadero reto. La dificultad de acceder a herramientas especializadas no desalentó a Plock y su equipo, quienes fabricaron a mano cada pieza, desde las ruedas dentadas hasta las hojas talladas en madera de raulí, donada por la carpintería Tullio Riva.

La colaboración con ingenieros alemanes en Nuremberg fue crucial. La precisión de las ruedas dentadas, fabricadas con medidas exactas, fue la clave para que el reloj funcionara con perfección. La historia también revela cierta ironía: un visitante alemán, conocedor de la industria relojera, advirtió sobre las dificultades y desconfió de la posibilidad de éxito, pero la perseverancia y la suerte jugaron a favor de los constructores argentinos.

El gran sueño: el reloj gigante y su inauguración

En 1958, un sueño se materializó: la construcción de un reloj Cu-Cú gigante, una réplica en escala monumental que pretendía ser la mayor del mundo. Inspirado por la visión de Carlos Gasser, Plock diseñó una estructura de 7,50 metros de altura, con una casita de madera y piedra laja, y mecanismos que funcionaban con pesas y motores eléctricos.

La ceremonia de inauguración, el 25 de mayo de ese mismo año, fue un acontecimiento que trascendió las fronteras locales, captando la atención de periódicos nacionales y revistas internacionales como Life de Nueva York.

Los obstáculos y la resistencia del tiempo

Como toda obra de impacto, el reloj Cu-Cú no estuvo exento de dificultades. A pocos días de su inauguración, un intento de incendio casi destruye parte de su estructura. Luego, las travesuras típicas de un pueblo en crecimiento —despedidas de soltero, noches de estudiantes— se sumaron a las amenazas más peligrosas: robos, daños y vandalismo. En 1996, el robo del “pájaro” del reloj conmocionó a la comunidad, generando un revuelo nacional y poniendo a prueba la resistencia de la emblemática estructura.

El esfuerzo de restauración y el reencuentro con su historia

El Cu-Cú no solo fue víctima de los años y de la delincuencia; también fue testigo de las transformaciones urbanas y sociales. La construcción del puente Cassaffousth y el crecimiento vial generaron debates sobre su reubicación, pero la comunidad, identificada con el símbolo, defendió su lugar en el corazón del pueblo.

En 1996, tras su robo, el reloj fue cuidadosamente restaurado, reemplazando maderas y maquinaria, y se volvió a poner en marcha en una fiesta popular que marcó el reencuentro con sus habitantes y turistas. La leyenda del reloj Cu-Cú continúa vigente, símbolo de la historia, la perseverancia y la identidad de Villa Carlos Paz.

Hoy, el reloj Cu-Cú no solo marca las horas; también es un testimonio de la pasión, la innovación y la resistencia de quienes creyeron en un sueño. Desde su humilde inicio en un garaje hasta su proyección como símbolo internacional, su historia revela que los emblemas más duraderos nacen del esfuerzo colectivo y la fe en lo que parece imposible.

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