Rosario volvió a ser escenario de un hecho de violencia extrema. Esta vez, la víctima fue Juan Domingo Ferreyra, conocido como Chicha, un reconocido referente de la barrabrava de Rosario Central, quien fue asesinado a tiros en su casa ubicada en la calle Ameghino, en la zona sur de la ciudad. Tenía 45 años y la investigación apunta a que el crimen se produjo en el marco de una interna feroz dentro de la barra brava del club.
Según relató la periodista Yanina Álvarez en La Voz de la Calle, por C5N, el ataque fue directo y planificado: “Una persona lo llamó por su nombre a través de una ventana y, cuando abrió la puerta, un sicario le disparó varias veces. Recibió impactos en la cara, el pecho y el abdomen”. En la escena del crimen se encontraron vainas servidas junto a postes pintados de azul y amarillo, los colores del club, lo que refuerza la hipótesis de una disputa interna.
La Policía de Santa Fe entrevistó a Emiliano «Gordo Ema» Ferreyra, hermano de la víctima, quien vive en la planta alta de la misma vivienda. El Gordo Ema tiene un pasado judicial muy pesado: fue condenado hace 21 años por el crimen de un niño de 3 años en un ataque en Villa Gobernador Gálvez. Además, en la misma casa donde ocurrió el asesinato ya se había realizado un allanamiento por drogas hace más de tres décadas, y los hermanos Ferreyra habían sido detenidos y luego liberados.
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La interna de la barra de Central es una de las más complejas y peligrosas del país. El Gordo Ema supo tener vínculos con Paco Ferreyra, un ex aliado del histórico jefe de la barra, Andrés «Pillín» Bracamonte, quien también fue asesinado el año pasado. La disputa por el poder dentro de la tribuna está cruzada por el narcotráfico y los negocios ilegales.
Por su parte, el periodista Alan Vidaña, corresponsal en Rosario para C5N, detalló que dos personas en bicicleta serían los autores materiales del crimen. “Ferreyra recibió tres balazos: dos en el pómulo y uno en el abdomen. Todo indica que tenía vínculos con una facción cercana al exbarrabrava Bracamonte”, explicó.
El crimen de Chicha vuelve a dejar al descubierto la violencia enquistada en las barras y su conexión con el delito organizado en Rosario, una ciudad golpeada por una crisis de seguridad que no da tregua.
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