Las cosas por su nombre

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El premio Rodolfo Walsh a la libertad de expresión, que otorga la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata, recoge la figura del periodista y escritor argentino nacido en Río Negro en 1927, súbitamente transformado en santo protector del periodismo y acérrimo defensor de la libertad de prensa. Distintas ediciones distinguieron la cuestionable trayectoria de Hugo Chávez por su rol en la “democratización de las comunicaciones en Venezuela”, al igual que de Evo Morales, Rafael Correa, Hebe de Bonafini y hasta Cristina Kirchner, entre muchos que persiguieron al periodismo independiente. Transitamos demasiados años de ideologizados malos entendidos al servicio de construir las alianzas equivocadas, para fortalecimiento y enriquecimiento de unos pocos. En honor a la verdad, debemos destacar que el recientemente fallecido Jorge Lanata decidió devolver el premio que recibiera en 1999 debido a sus diferencias con el giro ideológico que tomara la referida facultad.

Proveniente de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Rodolfo Walsh se sumó a Montoneros como obediente adláter de Mario Firmenich y Roberto Perdía, dedicándose a la inteligencia operativa bajo el alias de “Esteban”. También colaboraría luego con el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Walsh se destacó por su pérfido manejo de la información. Una de sus cualidades era contar con muchos contactos de altísimo nivel en la política, la Iglesia, el sindicalismo, la policía y las Fuerzas Armadas, esto es con infiltrados cuya información compilaba y usaba para planificar atentados.

El plan para el secuestro de los hermanos Born fue un diseño intelectual de Walsh. Durante el cautiverio incluso interrogó y grabó a Jorge Born dando forma a un escrito recogido posteriormente por una publicación de Montoneros.

En diciembre pasado, la Cámara Federal de Casación Penal declaró imprescriptible el atentado contra el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal de julio de 1976, que dejó un saldo de 23 muertos y 110 heridos. La omisión de la investigación para su esclarecimiento fue considerada una “grave violación a los derechos humanos” El fallo judicial confirmó la participación de Walsh en la planificación del atentado “con evidencias de premeditación y alevosía que califican el hecho como un acto de terrorismo”. Se trató de una operación de penetración muy fina que concreta un joven agente de Walsh, José María Salgado, infiltrado en la fuerza policial.

Proveniente de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Rodolfo Walsh se sumó a Montoneros como obediente adláter de Mario Firmenich y Roberto Perdía, dedicándose a la inteligencia operativa bajo el alias de “Esteban”

En 1977, a un año del golpe de Estado, presentó su carta abierta a la Junta Militar. Un día después, a metros de las avenidas San Juan y Entre Ríos, Walsh fue herido de muerte por militares; su cuerpo nunca apareció y su figura fue ideológicamente ensalzada hasta la veneración.

Un proyecto de ley de la entonces legisladora Gabriela Cerruti propuso en 2013 rebautizar a la estación Entre Ríos del subte E con el nombre de Walsh. En esos incomprensibles manejos de la política, la Legislatura porteña dominada por el PRO en tiempos de la jefatura de Mauricio Macri, aprobó por unanimidad la propuesta. Desde entonces, los ataques a la estación, que lejos estamos de justificar, se sucedieron. A partir del reciente fallo de Casación, un proyecto de los legisladores porteños Ramiro Marra y Yamil Santoro impulsan hoy que la estación vuelva a su antigua denominación. Otro proyecto también propuso llamar “Federico Klemm” a la actual calle “Rodolfo Walsh” ubicada entre el límite Este de la villa 31 y la Terminal de Ómnibus de Retiro.

En noviembre pasado, el diputado libertario Guillermo Castello cuestionaba encendidamente en la legislatura bonaerense el proyecto de expropiación de la casa de Walsh en San Vicente, calificándolo de “terrorista asesino”. Acusado de desorden de conducta por haber dicho simplemente la verdad, enfrentará ahora la evaluación de una comisión especial que puede incluso expulsarlo a manos de peligrosas rémoras de un activismo que sobrevive en la provincia. Es lamentable la cantidad de calles, bustos y homenajes que se hacen a quienes, como Rodolfo Walsh, claramente no lo merecen, al margen del reconocido valor de algunos de sus trabajos literarios y periodísticos.

Repasar la historia ayuda a desentrañar el derrotero de algunos siniestros personajes que algunos insisten en encumbrar a inconcebibles sitiales. No hay terroristas buenos y terroristas malos. Cualquier homenaje público a integrantes de Montoneros no solo resulta profundamente antidemocrático, sino que ofende la memoria de las familias de las víctimas de su criminal accionar. Walsh fue el cerebro detrás del atentado que provocó más víctimas después del de la AMIA. Seguir ensalzando su figura solo confunde a las jóvenes generaciones. Es necesario llamar las cosas por su nombre.

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